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Mostrando entradas de febrero, 2021

Aquel hombre

  Aquel hombre se ponía siempre un guante cuando iba a pegar a su mujer. La golpeaba varias veces seguidas mientras ella gritaba y corría por la casa para evitar que la alcanzara. Pero no había escapatoria posible y el guante de aquel hombre acababa siempre golpeando su cara, su estómago y su pecho.   Al otro lado de la pared, en el piso contiguo, Marta oía los golpes y corría a esconderse en el armario de su habitación. Entonces empezaba a rezar, "Padre nuestro que estás en los cielos.." y cerraba los ojos para no ver el miedo y el dolor que sus  oídos escuchaban. Allí escondida, esperaba a que su madre regresara del  trabajo o a que los golpes cesaran para poder salir. Aquel día los golpes cesaron antes de que su madre regresara. Marta salió del armario sin hacer ruido, caminó despacio con las piernas apretadas para no hacerse pipí encima hasta que llegó al baño. Todas las tardes que su vecino pegaba a su mujer, producían en ella unas ganas enormes de hacer

Insuficiente

  Sin avisar José Luis llegó a casa, me contaba muy abatido que Mari José su mujer, se había marchado de casa, llevándose a su hija de apenas unos meses de edad. Moviendo la cabeza en gesto de negación, decía una y otra vez no quiero eso para mi hija, no quiero eso para mi hija… Lamentaba su situación e intenté animarlo, pero ninguna de mis palabras aliviaba su angustia, sonó su teléfono, era su padre, terminó la llamada, se puso en pie, cogió las llaves del coche y, se despidió. Observé que se había dejado las gafas de sol en la estantería que hay encima de la televisión. José Luis bajaba los últimos peldaños hasta la puerta de salida, me asomé al hueco de la escalera y se lo dije. Su respuesta fue: “Déjalas ahí, así sé que tengo que volver” Estábamos muy unidos y sabíamos que nada, ni nadie nos podría separar. Juntos pasamos del vespino al biberón, siendo cómplices de momentos que marcaron para siempre nuestras vidas. Meses antes de que naciese la hija de José Luis, estuvim

Miedosa

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  Miedosa, que eres una miedosa. Cuando quitaste los cromos para que hablara por teléfono no pensaste que se moriría ahí mismo. Ni idea. No hiciste nada y pasaron los años como culpable. Y ya está. Ya pasó. Pero te quedó el ser miedosa.     El miedo a que todo cambie en un instante. Miedo a la espera del que no llega. Miedo a la ausencia sin avisar. Sí, miedosa.     Décadas después hiciste la gran pregunta. Creías que el miedo desaparecería con la respuesta. Rellenando los huecos que la memoria ha decidido eliminar. Pero cada una tenía su historia y no coincidíais. Tú no viste siquiera al médico. Ella lo definió como hombre gris sin rostro. Para ti, invisible.     Tanto tiempo queriendo preguntarle lo que pasó. Temiendo dañarle para al final, no tener respuesta.   Solo una cara sin rostro.   Solo una presencia ausente que tan solo te confirmó que murió junto a los cromos. Un dato más que no encaja en los entres, los vacíos, los entresijos del pasado.