VERBA VIRTUTIS
Contempla el cielo nublado en el horizonte. Nubes blancas deslizándose sobre otra capa de nubes blancas, a bastante velocidad. El aire que las mueve agita también las ramitas de los matorrales y las briznas de hierba de la escasa y seca vegetación del monte. Se cuela por su nuca. Es un aire frío y húmedo que no toca el resto de su piel, cubierta por la ropa, pero la alcanza, como si fuera agua que se escurre desde su nuca hasta sus talones y le hace estremecerse. El cielo adquiere un tono gris, y el único árbol que se divisa, flaco y alto, parece gritar reclamando el agua de lluvia que las nubes no quieren soltar. Él espera. Se sube el cuello de la capa todo lo que puede. Permanece inmóvil, mirando con insistencia la latencia.
El rumor de un débil trueno a lo lejos, muy a lo lejos. Parecen palabras de dragón. El paisaje habla, pero no sucede. Se ausenta el momento esperado. Palabras suspendidas en la capa alta de las nubes, la que parece no moverse, desde la que cae la primera gota de agua, perdiendo cuerpo desde la altura hasta llegar al suelo sediento. Escasa, demasiado escasa, apenas inteligible. Él mira su huella en el suelo. Es sólo un "no". Ha caído un débil "no", sin fuerza, sin firmeza.
Un gran suspiro y mira al cielo lejano, mucho más allá del desesperado árbol. Todas las palabras deben ser pronunciadas hoy, todas las palabras de poder. Deben impregnarse en el suelo, deben ser absorbidas, deben sanar la Ausencia. Deben caer hoy. Su cuerpo está gritando con la misma desesperación que el árbol. Deben caer hoy. De lo contrario habrá que esperar otras doscientas veintidós lunas. Ese pensamiento le obliga a sentir el pelo en su cabeza y recordar lo encanecido que está. Dieciocho años más. "¿Seguiré aquí…?" Un gran suspiro. Cierra los ojos concentrándose en el centro de su frente, desde donde pronuncia una vez más la demanda:
VERBA VIRTUTIS, VERBA SALUTIFERA, CADITE SUPER TERRAM1
Abre los ojos. El cielo gris, el aire atascado; la lluvia forzada y sin ganas:
No.
No.
No, no, no
No, no, no, no, no…
Quinientas palabras, ni menos ni más. Quinientas gotas negando. Quinientas gotas posponen la fecha.
El anochecer pone fin al ritual. Cierra los ojos como hierofante y los abre como guardián. Camina hasta el árbol, lo acaricia con compasión. "Nuestra sed aún no va a calmarse. Doscientas veintidós lunas más."
1(Palabras de poder, palabras sanadoras, caed sobre la tierra)
MARÍA J. LÓPEZ SARIÑENA
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