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Mostrando entradas de noviembre, 2023

Momento estrábico

Entonces, a ver, estaba usted sola, controlaba la entrada, nadie la vio, usted vio a todas las monjas, de las que entraron ninguna podía salir, luego, de las detenidas, de las que están enfrente suya, una es la asesina. _Así es. _Y usted vio cómo una de estas monjas desenchufó al presidente del respirador y cómo empezó a gritar para generar caos. _Eso es. _Y luego se cerraron las puertas y allí estuvieron hasta que llegamos y las detuvimos. _Ninguna salió, así es. ¿Las han interrogado y ninguna se declara culpable ni dice haber visto nada? _Ninguna, por eso está usted aquí, es la única que lo vio desde la ventana. Bien, las ha mirado ya, ¿quién quiere que se acerque primero al cristal? _Hummmm, la número tres. _ ¡La sospechosa número tres, que dé tres pasos para adelante! _ dijo el comisario por el interfono. _ Fíjese bien, ¿es ella? _Podría ser, no lo sé, dígale a esa monja que mire a la vez a la comisura de los ojos, con sus dos ojos. _ ¿Cómo que a la comisura de los ojos? Eso no lo

Grados de sutileza

Colgando del cielo raso, una lámpara decantaba prosperidad. Su bulbo luminoso semejaba el abdomen de una luciérnaga atrapada en su eterno éxtasis eléctrico. El detective Shhh! revisaba un documento en su ordenador. Frente a él, un señor de cabellos de coral le miraba rascando un volcán en su nariz. —Vamos a ver, señor Benítez. Su hija única ha sido secuestrada. Le han dicho que no le avise nada a la policía y le piden un millón de euros. —Así es, pero tampoco quiero que se entere mi mujer, ni mi amante, ni mis socios, nadie, entiende… nadie. —Ha venido al lugar correcto. Somos la discreción hecha carne. Nadie más se enterará. La asistente Mute, que miraba entre las persianas, volteo a verle, afilada. Benítez sintió, atrapado en la garganta, un bolo de angustias que secretaban incomodidad. —Entonces, ¿va a pagar? —Sí — dijo reventando el volcán, que lloró un hilo amarillo y espeso.— No queda de otra, ¿verdad? —Traiga el dinero una vez que lo consiga y le digan donde debe de entregarlo.

Un féretro

__ No me mire así, hombre. Pase y siéntese, por favor_ con condescendencia. __ ¿Cómo ha…?_ sorprendido. __ ¿Qué cómo he sabido que estaba a punto de tocar el timbre? ¡Somos detectives! ¡Los mejores! Cada pequeño detalle lo vemos, lo analizamos, lo guardamos como un tesoro para colocarlo en el puzzle del presente, del pasado o del futuro…_ haciéndose el misterioso, mientras le acompaña hasta la butaca frente a la mesa._ Le he visto aparcar, quedarse cabizbajo unos segundos antes de salir del coche. He observado su manera de caminar, su velocidad… He hecho cálculos para saber cuánto tardaría en llegar hasta la puerta. Y finalmente, el suspiro antes de pulsar el timbre. Ese suspiro ha sido el resorte que he usado para abrir la puerta_ con tono triunfal. __ ¡Dios bendito!_ atónito. __ En el coche, usted dudaba. Reflexionaba sobre qué decirme, o cómo decirlo, o si decirlo si quiera. Usted se debate todavía entre estar o no aquí. Déjeme adivinar…_ se lleva la mano a la barbilla aplastándose

Un pastón

Cuánto lujo veo aquí. Estos detectives me van a costar un pastón. - Adelante señora Díaz. - Gracias Mis ojos revolotean a la velocidad del rayo observando la estancia. Cortinas de terciopelo rojo con un visillo interior color marfil de seda traslúcida. Mesa gigantesca de ébano tallado, donde se posan unos papeles muy bien ordenados en ambas puntas. Hay dos sillones de cuero acolchados, uno para cada socio, el detective D. Simón Lucas y D. Carlos Mendoza. A la izquierda un mini-bar con variedad de bebidas, té, café, refrescos, y unas copas talladas de cristal fino que parecen ser de bohemia. - Siéntese por favor. Le apetece tomar algo? Dice D. Simón. - No, gracias, muy amable. Me acomodo en la punta de uno de los cuatro sillones que rodean la mesa con el pensamiento de..."estos detectives me van a costar un pastón". - Yo soy Simón y este es mi socio Carlos. Los dos estamos a su entera disposición. ¿qué se le ofrece? Se me desvía la mirada hacia un rincón del lado iz