Momento estrábico

Entonces, a ver, estaba usted sola, controlaba la entrada, nadie la vio, usted vio a todas las monjas, de las que entraron ninguna podía salir, luego, de las detenidas, de las que están enfrente suya, una es la asesina.

_Así es.

_Y usted vio cómo una de estas monjas desenchufó al presidente del respirador y cómo empezó a gritar para generar caos.


_Eso es.

_Y luego se cerraron las puertas y allí estuvieron hasta que llegamos y las detuvimos.

_Ninguna salió, así es. ¿Las han interrogado y ninguna se declara culpable ni dice haber visto nada?

_Ninguna, por eso está usted aquí, es la única que lo vio desde la ventana. Bien, las ha mirado ya, ¿quién quiere que se acerque primero al cristal?

_Hummmm, la número tres.

_ ¡La sospechosa número tres, que dé tres pasos para adelante! _ dijo el comisario por el interfono. _ Fíjese bien, ¿es ella?

_Podría ser, no lo sé, dígale a esa monja que mire a la vez a la comisura de los ojos, con sus dos ojos.

_ ¿Cómo que a la comisura de los ojos? Eso no lo va a entender, explíquese.

_ Sí, es que la mujer que mató al presidente era lo contrario a bizca, es que no sé cómo se dice eso.

_ ¿Era estrábica?

_ Sobre metro setenta, ya se lo dije.

_ No, que si los ojos miraban para afuera, los dos ojos. Eso no lo dijo en la declaración.

_ Me estoy acordando ahora, diga a todas las sospechosas que miren a la vez a la comisura de los ojos.

_ No puedo decirles eso, eso no se puede hacer a voluntad. Oiga, ¿está de broma?

La monja de enfrente del espejo, al otro lado de la conversación, se inquietaba, llevaba dos minutos ahí sin que nadie le dijera nada y para distraerse, fijó sus ojos en la nariz y bizqueó sonriendo, por hacer algo. El guardia que estaba con ellas sonrió también por la ocurrencia y todas las mujeres que allí había, empezaron a bizquear en un ambiente de complicidad. Tras el espejo, delante del cristal traslúcido, testigo y comisario discutían por falta de confianza mutua sin mirar a las bizqueantes sospechosas. Frente al espejo, la monja número tres, ahora, empezó a mover los ojos hacia afuera, y el resto de las sospechosas la siguieron con tremenda habilidad, dejando estupefacto al guardia que las custodiaba, todas menos una, la monja número cinco, que no podía o no quería y parecía alarmada por la situación. Tras el espejo, frente al cristal traslúcido, comisario y testigo, que empezó a sonreír, dejaron de hablar de pronto al ser conscientes de lo que estaban viendo, todas las monjas menos una miraban hacia la comisura de los ojos, de sus ojos, todas menos una. El comisario dio un paso a tras y pensó, _ o la monja número cinco es la culpable, porque se acuerda de su estrábico asesinato y no quiere delatarse, o bien testigo y monjas están compinchadas, porque lo del estrabismo no estaba en su primera declaración y esto es demasiado circo para una coincidencia. 

 

Toni Díaz

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