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Mostrando entradas de noviembre, 2022

Customizada

¿Sabes que el noventa por ciento del tráfico de mercancías es marítimo?, ¿sabes quién dirige desde el principio el tráfico marítimo?, ¿sabes qué pasa si no me metes una nueva dentadura? Frankenstein miraba con desdén a Drácula, con su manaza derecha cogió la dentadura sumergida en sangre de cerdo caliente, la sacó del bote oxidado de conservas y la sacudió, y abriendo la bocaza del conde con tres dedos de la mano derecha, la introdujo dentro hasta encajarla en su paladar putrefacto. Drácula dio un chillido de rata, apartó al monstruo  estirando sus largos brazos y acabó de colocarse la dentadura. Por la centenaria comisura de sus labios, corrío a chorro saliva roja que caía al suelo en grande goterones espesos de color esmeralda. Después de unos húmedos chasquidos volvió a hablar. Vamos a ver, Fran, ¿de dónde has sacado estos dientes esta vez?, tienen un regusto a vivo y han de ser dientes de muerto muy muerto, no de recién muerto, que me da alergia la vida y lo sabes, que me pongo mal

¿Qué es esto del Club de escritura creativa AIKE? ¿Alguien me lo explica?

El Club de escritura creativa AIKE es una propuesta de la Asociación Aike Mar Menor que cuenta con la colaboración de las bibliotecas de San Javier. Se trata de una reunión mensual de escritores, en la que, en cada sesión, se comparte un ejercicio de creación literaria propuesta en la sesión anterior y se propone un ejercicio para la siguiente reunión. En alguna sesión participan escritores, editores, libreros o profesores de talleres literarios. La forma de funcionamiento es autogestionada: aunque haya dos promotores, uno de la biblioteca y otro de la asociación, son los participantes los que en cada sesión consensuan o aprueban el plan para la sesión siguiente. Las reuniones son telemáticas y para el 2023 mixtas, presenciales en la sede de la biblioteca de San Javier con posibilidad de participación virtual. Lo mejor es que te metas directamente en el Club y veas su funcionamiento. Para ser miembro del Club has de enviar un WhatsApp al 644 65 09 00, poniendo en el mensaje "Alta

La ofrenda

En mi mente se reproducía ese momento una y otra vez. Mi llegada a la casona, cuando vi el cadáver y las letras escritas en sangre en la pared -ya sabes lo que tienes que hacer para vivir un día más…. Cuando las vi un sudor frio me recorrió la espalda, sabía que esas palabras iban dirigidas a mí. Había empezado otra vez y yo estaba metido hasta las trancas y no podía escapar o me costaría la vida. Tenía que buscar a la siguiente víctima. Tenía 30 minutos o iría a por mí.  Sabía que estaba loco, pero yo no podía pararlo, el cerco se estaba estrechando, pero todavía no sabía quién era, sin embargo, él lo sabía todo de mí. Tenía que ser la primera persona o animal que me cruzará después de ver la última víctima, así me dejaría en paz por un tiempo.  Que mala suerte que esa mañana me llamaran de comisaría diciendo que me acercara a la casona, a revisarla que se había escuchado algo raro. Las reglas del juego eran esas, es lo que tiene hacer pactos sin pensar en las consecuencias. Hasta

Pacto de sangre

En el barrio Chino de la Barcelona de los 50, barrio empedrado de calles estrechas donde a veces no entraba el sol, se encontraba "La Paloma", Casinillo plagado de pobres almas ahogadas en vasos de alcohol junto a prostitutas que entraban y salían. Un policía y un asesino serial se veían cada año en ese lugar, nadie les conocía allí y jugaban una partida de ajedrez, aunque lo más importante no era eso.  El policía llamado Gabriel tomó asiento en la única silla libre de la mesa, en la otra le esperaba un hombre delgado de pelo largo y cobrizo.  - Es la primera vez que me haces esperar en 10 años –dijo, mientras sostenía la sonrisa y le seguía con los ojos lobunos-. Gabriel, era un hombre robusto y muy alto, con una nariz aguileña, con pelo corto color brea.  - No pude llegar antes, el tráfico vuelve a ser infernal – se excusó-.  Gabriel sabía que Carlos era capaz de degollarlo allí mismo, no debía provocarlo. El policía se quito el abrigo y lo reposó en el respaldo de su sill

Sombra Roja

Víctor despertó angustiado, víctima de una pesadilla. Estaba en un desierto a la orilla del mar, corriendo entre nómadas que huían de furiosos guerreros. Uno de ellos llegó a atravesarle con una lanza. El costado dolía. Notó que el brazo de la silla presionaba sus costillas. Se había dormido esperando que su ordenador terminara de procesar un vídeo. El capitán y la sargento entraron a la sala de la Brigada Central de Investigación Tecnológica y se colocaron junto a él. —¿Cómo va eso?— preguntó la sargento. —Ya casi termina— contestó Víctor. —¿De qué trata el vídeo? — interrogó el capitán. —Sombra Roja nos envió un móvil con un dispositivo para realidad virtual. Grabé el recorrido que hice siguiendo a su avatar. —¿Avatar? —No es el asesinato real, capitán — aclaró la sargento. — Es una simulación digital de lo que realmente sucedió. —Pero fue como haber estado ahí. Ya lo veréis— concluyó Víctor. —Mirad, está listo. El vídeo comenzó con un hombre enmascarado llevando del brazo a una muj

Desaparecido

La sala a la que accedí era oscura y fría. Al fondo, una luz tenue emergía de un candil de aceite y pude ver que en la pared desconchada había restos de sangre. Era la primera vez que iba a interrogar a alguien y estaba algo nervioso. La mujer entró en la sala acompañada del alguacil y tenía el pelo alborotado, las manos atadas. Era pequeña y delgada, y tenía una mirada esquiva. Llevaba una falda negra y se cubría con un manto, también negro. Pero, a pesar de la situación en la que se encontraba, sonreía lacónicamente y no mostraba ningún rasgo que hiciera pensar que estaba asustada o, peor aún, que tuviera miedo. Le dije que se sentara en la única silla que quedaba en un rincón de la sala de interrogatorios. Entonces, ocurrió algo extraño. El alguacil le quitó las esposas y ella abrió su manto y extrajo unas tijeras atadas a su falda con una cuerda. Nadie se había dado cuenta de que las escondía cuando la detuvieron. La mujer se las entregó al alguacil mientras me miraba y sonreía con

Sin pena ni gloria

  Justo era medianoche, llovía, los tres disparos que realicé fueron eclipsados por el retumbar de las campanadas de la catedral de la ciudad. El cuerpo del hijo de puta se desplomó con un golpe seco sobre los adoquines de la plaza cuando caía la última campanada, justo en el centro. Menuda estampa se iban a encontrar los del servicio de limpieza. No es que no se lo mereciera, sobre todo después de la vuelta que el muy cabrón me había hecho dar persiguiéndolo por toda la ciudad, antes de llegar a donde acabamos. Su maldita adicción al juego, las drogas y las putas, con dos niños pequeños en casa y una mujer de la que abusaba; tenía en la frente una diana y un temporizador a la espalda. Casi de lo peor que te puedes encontrar en esta ciudad. Digo casi porque conozco esta ciudad y la mierda que la habita, entre los que me incluyo, aunque yo me encargo de eliminar a la chusma cuando se pasan de la raya. Si tienen suerte me ven venir y al menos saben que su partida se acab