Pacto de sangre


En el barrio Chino de la Barcelona de los 50, barrio empedrado de calles estrechas donde a veces no entraba el sol, se encontraba "La Paloma", Casinillo plagado de pobres almas ahogadas en vasos de alcohol junto a prostitutas que entraban y salían.


Un policía y un asesino serial se veían cada año en ese lugar, nadie les conocía allí y jugaban una partida de ajedrez, aunque lo más importante no era eso. 


El policía llamado Gabriel tomó asiento en la única silla libre de la mesa, en la otra le esperaba un hombre delgado de pelo largo y cobrizo. 


- Es la primera vez que me haces esperar en 10 años –dijo, mientras sostenía la sonrisa y le seguía con los ojos lobunos-.
Gabriel, era un hombre robusto y muy alto, con una nariz aguileña, con pelo corto color brea. 


- No pude llegar antes, el tráfico vuelve a ser infernal – se excusó-. 


Gabriel sabía que Carlos era capaz de degollarlo allí mismo, no debía provocarlo. El policía se quito el abrigo y lo reposó en el respaldo de su silla. 


- Bonita corbata, ¿la eligió tu mujer, Carolina? ¿O quizás jugaste a elegir ropa con la pequeña Pilar? – movió una pieza con lentitud y continuó- ¿está la pequeña Pilar hecha una mujer ya?- preguntó con una carcajada estertórea-. 


Gabriel vislumbró todos sus dientes amarillos. -Seguro que está a punto de caramelo. -Gabriel había visto lo que le hacía a sus víctimas; las violaba, las descuartizaba y, por último, se comía partes de su cuerpo. - ¿Qué tal si te corto la lengua, te llevo a Montjuic y te presento a mi amigo, "el soplete"? - preguntó Gabriel, sin inmutarse- Vuelve a hablar de mi familia y te electrocuto los cojones hasta que te exploten los sesos. 


- ¿Desde cuándo nos conocemos? - preguntó Carlos, moviendo una pieza del tablero – Por lo menos, treinta años. Tú has ascendido hasta coronel, gracias a las fotos de los cuerpos que mato y que te digo la ubicación y yo, a cambio, vivo en completa libertad.  Gabriel asintió de buena gana a las palabras del asesino.  - Se puede decir que existe una sinergia entre nosotros muy valiosa, la cual no debemos perder. - Gabriel movió la reina y dio jaque con una sonrisa de orgullo, recostó su espalda musculosa sobre la silla de madera, haciéndola crujir. - Te respeto, he llegado a hacerlo- dijo Carlos con solemnidad.  Después se levantó y tiró el rey, puso un sobre encima de la mesa. 


- Sus cuerpos están en un Seat 1400 negro, aparcado frente a la comisaría. Perdóname- dijo, desapareciendo en dirección a la puerta.

Dedicado a mi padre. 

Germán Hernández García

Comentarios

  1. Perfecto, sería una buena entrada para una colección de cuentos negros, porque tiene el formato de cuento, perfecto, con una entrada al texto suave, precisa y que te sitúa en plena novela negra: años 50 y Barrio Chino de Barcelona, escenario de un montón de novelas negras y escenario real del "mundo negro". Muy bien los diálogos, y aunque pueda parecer reiterativo repetir los nombres de Gabriel y Carlos, se trata de un formato cuanto donde esto creo que es adecuado. La única pega es que se pidión un trozo de novela negra y esto e sun magnífico cuento.

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