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Mostrando entradas de septiembre, 2023

Ángulos

Rebeca Wellington era nueva en la ciudad, en el país y en el instituto. En su primera semana parecía que todo había ido bastante bien. La gente había mostrado suficiente, pero no excesivo, interés por ella, siendo amigables y amables. Hasta que llegó el viernes y tuvo su primera interacción con Darío Ortiz. Le odió para siempre. ¡Hizo que todos se rieran de ella! El domingo por la mañana todavía notaba las miradas clavadas en su cuerpo, con ese brillo malicioso y cortante, y no podía dejar de escuchar las rasposas carcajadas multiplicándose hasta el infinito en su cerebro. A mediodía se miró al espejo furibunda, y ante sí misma selló un decreto cósmico de venganza que salió disparado cual rayo zeusiano desde sus entrañas, atravesando su duro corazón y su petrifícante mirada, rebotando contra el espejo, hacia el universo. En un instante, dio la vuelta a toda la galaxia y regresó, implacable y firme a la Tierra, aterrizando como un buitre de verano en la cabeza de Darío Ortiz, que cayó a

Bajo la sombra de la culpa

La noche me ha caído en las piernas. De repente, ya no puedo caminar. Estoy frente a casa y casi no llego. Parece que la oscuridad es mi verdugo. Sudo mucho, tanto hoy como hace un año. ¿Cómo puede convertirse un vehículo en un arma? Crash, crash, eso es todo lo que oigo, una y otra vez. Los vidrios saltan de nuevo y me caen en el cuerpo. Mi cabeza vuelve a golpearse con el volante y un limpiaparabrisas se me clava en una mejilla. Vi el cuerpo saltar y pasar sobre el coche, ¿es así como vuela el pecado, como un vampiro insaciable? Y es que siento que, desde entonces, me falta la sangre. Hay un fluido que la sustituye, una especie de plasma artrópodo, linfa, quizás o, si me pongo a analizarlo, bilis. Sí, sí, eso es lo que hay en mis venas, un pútrido jugo vesicular. Entro con dificultad. Enciendo el aire acondicionado. ¡Cómo me hizo falta entonces! Aire, aire clarificador. Voy hacia el escritorio de mi estudio. ¡Ya no puedo más! Enciendo el ordenador. Oh, Dios, hace un año… Era verano c