Entradas

Mostrando entradas de mayo, 2021

Ofrendas

Bajo la luz selene, subimos. Tú estás cansada, pero sabes que llegaremos. Bordeamos la vereda, rumbo al cráter del volcán guerrero, llamado Popocatépetl . En los alrededores abunda la sequía y las cenizas cubren los cultivos. Tu sangre india ha escuchado el dolor de la tierra. Meztli , la luna, ha pedido ofrendas para el guerrero, hechizado de ira, pues la gente le ha olvidado. De su punta emana una enorme nube oscura que navega en el cielo como un barco solitario. Agotada, insistes en continuar. Yo cargo con las ofrendas. Incienso, flores y empanadillas . Miro al horizonte, la tierra ha perdido su vestido verde . "No lloverá", te digo. "Ten fe", respondes, no dejas de andar, aunque la muerte te apriete. Alcanzamos la orilla del cráter. Meztli te habla al oído y tú asientes. "¿Dejo caer ya las ofrendas?" Pregunto. "No será suficiente, he de ofrecerme yo" me dices. "¿Qué?" Me abrazas. Siento tu cuerpo delgado, debilitado por la enfer

Las tetas de mamá.

Las tetas de mamá quedaron aplastadas entre las planchas y parecían empanadillas rosas. Luego la doctora dijo que el mamograma había salido bien. Mi madre, con los dientes verdes de mascar hojas andaba con nosotros cogidos de la mano por los pasillos del hospital. Mi hermana saltaba en vez de andar, en la selva aprendió a desplazarse así y ninguno le dijimos nada, así que ahí va. Es gracioso cuando salta para darte un beso fraternal o llora a saltos huyendo de algo que le asusta. A mi hermana le asustan las puertas automáticas de los edificios modernos y los barcos que se ven alejarse o acercarse desde la isla del volcán apagado. ¿Apagado? Cerca del cráter, en una pendiente alta donde no correría la lava y parapetados por una pared de roca que nos protegería de los proyectiles incandescentes, está nuestra tribu. Hasta ahí llegan los senderos que parten de la ciudad moderna, llena de turistas, que está abajo, donde la lava hará balsa algún día y rocas hervientes reventarán los edificios

La puerta del infierno.

Nuestro vuelo salió con retraso a Islandia. Nos encontramos en la puerta de embarque. Yo llegué puntual. Toni y Andrea no se hicieron esperar, pero Marcia llegó la última, crispándome los nervios. Todos eramos aventureros, pero nunca antes habíamos ascendido un volcán. Fue un viaje corto con turbulencias. Cuando llegamos nos comimos las empanadillas de Andrea con unas cervezas y a dormir. A la mañana siguiente con todo el material en el coche de alquiler verde antracita nos dirigimos hacia Suðurland. El Hekla se divisaba desde lejos, aunque la bruma de un tono rosa borraba su cumbre. Nadie durmió bien aquella noche. Las emociones estaban a flor de piel. Al amanecer estábamos listos para comenzar la aventura. Tras las fuertes subidas llegaron las primeras grietas y hubo que saltar. Toni, que era el primero me dijo : Raúl no pierdas de vista a Marcia. Después de tres horas estábamos en el cráter dormido. Nos abrazamos y Marcia me besó. El aire era denso, pero estábamos felices.

En pocas palabras...

Ayer... eran sendas verdes, olor a hierba segada, al horno de leña en que se cocía el pan, las empanadillas , los dulces que calmaban el hambre durante los juegos de nuestra infancia. (32) Hoy... son caminos de magma. Abrasa el suelo que agoniza, moribundo, asfixiado por la huella del Hombre cruel en que me he convertido. (23) Ayer... cerrábamos los ojos y soñábamos con un mar teñido de rosa al atardecer, el mismo mar que surcaba un barco, embestía su proa y saltaba sobre mis sueños devolviéndome a la realidad, desarmándome, a mí, al héroe que estuvo a punto de vencer al malvado pirata. (47) Morfeo se aleja. Ya no hay mar, ya no hay sol. El dios- ¡maldito dios!- Tiempo me empuja hacia las tinieblas, entrañas de este volcán, forja de Vulcano, puerta infranqueable (30) Aquí , en el cráter, el Edén y el Averno se confunden. El gigante bonachón que , en la edad de nuestra inocencia, sofocaba las llamas que lamían el aire hambrientas se ha convertido en un personaje sin rostro que blande su

Reto literario para la sesión del 4 de junio de 2021

Imagen
    Realizar un relato de 222 palabras (justas) cuya trama se desarrolle en un volcán, haya cuatro personajes, salgan en el texto los verbos llorar, saltar y besar, los sustantivos empanadilla, puerta y barco, los colores rosa y verde y que el género sea el drama. ¿Vamos a ello? Nos vemos el viernes 4 de junio a las 19:00 horas. Si quieres participar en el Taller/Club de escritura creativa AIKE manda un WhatsApp al 644 65 09 00 solicitando entrar. Toda la información sobre los encuentros la daremos a través del grupo de WhatsApp y este blog. Atrévete a escribir.

Tres momentos de contrastes

Tres momentos de contrastes Viernes, 5 de la tarde El hambre es algo así como un remolino que arrastra mi vientre hacia un vórtice quejumbroso. Sí, es tiempo de merendar. He convertido este momento en un rito despiadado. No perdono. No me hablen, no me digan nada. Este es un espacio entre mi vientre y yo. Voy hacia afuera donde está el jardín, justo frente al porche. Me gusta sentarme ahí, bajo el toldo y disfrutar el paso de la tarde comiendo bocadillos. Me he preparado un café, me gusta dulce. A un lado he puesto una tostada con aceite, tomate triturado y una tira de jamón. También me he traído una magdalena. Me olvido de todo por momentos, excepto… de Ella . Las de su especie son marrulleras. Ella es diferente, lo sé. La escucho y me atormenta. Se ha parado frente al bollo dulce. Ahora brinca al borde de la taza. Manoteo y Ella se impulsa hacia la tostada. ¡Dios, cómo molesta! Tengo un pensamiento envolvente que me cubre de oscuridad y culpa. ¡Tengo que matarla, lo sé, ten

Tres días. Misma hora.

Día 1. Es mi momento, la hora de la desconexión. Me siento en el sillón de al lado de la ventana balconera, descorro la cortina y miro. Son las seis de la tarde. Las huellas dactilares del pequeño de la vecina han quedado en el cristal de cuando jugueteó en el salón. Es una irisada huella roja de polvo de gusanito. Glutamato monosódico, me vienen a la boca esas palabras y he de pronunciarlas, bajito. Tras el cristal, en el balcón, la maceta más próxima tiene un cactus lengua de suegra que no logra mover el viento y que permanece tieso en su maceta de resina blanca. En el suelo de la maceta, remolinean tres colillas que cayeron del cenicero. La lengua de suegra no se mueve, pero todo lo demás baila, la hiedra que cubre la pared baja del balcón sacude sus hojas y fuera, sobre la fachada del edificio de enfrente, se estrellan pétalos violetas de jacarandá. No los veo, pero los árboles de la avenida a la que aboca mi calle deben estar quedándose calvos. No oigo el viento, el sistema