Ofrendas

Bajo la luz selene, subimos. estás cansada, pero sabes que llegaremos. Bordeamos la vereda, rumbo al cráter del volcán guerrero, llamado Popocatépetl. En los alrededores abunda la sequía y las cenizas cubren los cultivos. Tu sangre india ha escuchado el dolor de la tierra. Meztli, la luna, ha pedido ofrendas para el guerrero, hechizado de ira, pues la gente le ha olvidado. De su punta emana una enorme nube oscura que navega en el cielo como un barco solitario. Agotada, insistes en continuar. Yo cargo con las ofrendas. Incienso, flores y empanadillas. Miro al horizonte, la tierra ha perdido su vestido verde. "No lloverá", te digo. "Ten fe", respondes, no dejas de andar, aunque la muerte te apriete. Alcanzamos la orilla del cráter. Meztli te habla al oído y tú asientes. "¿Dejo caer ya las ofrendas?" Pregunto. "No será suficiente, he de ofrecerme yo" me dices. "¿Qué?" Me abrazas. Siento tu cuerpo delgado, debilitado por la enfermedad. "¿Qué más da morir aquí que en cama en pocos días? No hay tiempo". Acercas tu rostro al mío. Lloramos, nuestras lágrimas se mezclan. Veo el rosa de tus labios. Nos besamos, abrazo tus hombros y trato de contener la poca vida que te queda. Tiembla el guerrero. Popocatéptl habla, quiere tu vida y ha abierto la puerta al inframundo. Te sujeto y saltamos.


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Santiago Manuel de la Colina

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