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Mostrando entradas de diciembre, 2022

Hemofobia

Ahora que estoy cómodamente recostado en mi sillón viendo las intensas y provocativas llamas de la chimenea, junto a Yanina, mi joven mujer, y nuestro pequeño hijo, Draky, he comprendido la profunda dimensión del terror; intento moverme, pero no puedo. Nunca me lo esperé… Hace un par de horas que ella ha venido a visitarme después de varios años de separación. Me dejó debido a los estrafalarios métodos que uso para beber sangre. En ese tiempo yo ignoraba que estuviera embarazada, por eso al abrir la puerta, me sorprendió verla junto a un niño que me miraba con un apetito tan visceral que me dejó frío.  —Es nuestro hijo, querido esposo— dijo con sobriedad. Al mirarlo detenidamente pensé: ¿Es que alguien tan pequeño puede realmente aterrorizarme a mí, al Amo del Terror? Tan solo de verlo, me convencí. Sí, él. Debo confesar que no es la primera vez que sufro un miedo que me hostiga tanto, como este que siento ahora. Y que en ocasiones me acorrala la angustiosa sensación de que moriré de u

El último hombre santo

Esta oscura historia transcurre en la pequeña Stirling, situada en la Escocia del siglo XVIII, entre muros de piedra y amalgama con techos de madera mojada. Stirling estaba siendo arrasada por un asesino despiadado con un modus operandi muy curioso o terrorífico. Mataba a sus víctimas sin dejarles ni una gota de sangre en el cuerpo. Ancianos, jóvenes, adolescentes o incluso niños de cuna. Duncan King es mi nombre y nací en Inglaterra, soy un escritor que busca siempre una buena experiencia ya que los libros están un poco restringidos, prefiero vestir bien y pasar hambre durante una semana que comer y arrastrarme con la cabeza gacha. La belleza y la mentira maquillada abren puertas hoy en día, y me dirijo con mis mejores galas al Castillo de Stirling. Una semana después... Llevo dos días en el pueblo de Stirling, maravilloso hormiguero organizado donde todos trabajan a una, casas de piedra y pequeños ventanucos. En ese momento tres hombres entraron al pueblo, armados cada

En la oscuridad.

              La noche era fría y tempestuosa. La lluvia arreciaba con fuerza contra la ventana de la cabaña y yo contemplaba cómo la oscuridad se adueñaba del paisaje. Aquí en el campo, sin alumbrado ninguno, el mundo se cernía bajo tinieblas.             Encendí un pequeño candelabro para iluminar la estancia y me recosté sobre el sillón frente a la chimenea. Junto a la misma se encontraba Bram, un esqueleto que me ayudaba en mis labores médicas. Sin duda, con aquel temporal lo único que desea uno es un lugar donde refugiarse, pensé.                      Un lugar donde refugiarse…               Esas palabras se repetían en mi mente como una oración. Una que se reza sin pensar porque forma parte de ti. No llevaba mucho tiempo sentado cuando se descargaron tres golpes secos sobre la puerta. ¿Quién podría llamar con semejante temporal? ¿Sería algún paciente?             Abrí la puerta y para mi sorpresa no había nadie. Miré alrededor y solo vi sombras

¡Ay dios!

Yo no creo en Dios..Lo escribo así, con mayúscula porque es como me obligaban en la escuela , aquella escuela en la que nos enfrentábamos  a nuestros primeros miedos, donde aprendíamos a base de golpes. Hoy no hay reproches. No seré yo quien lo haga. Incluso te diría que siento algo de nostalgia, no del palo, no de la hebilla del cinturón pero sí del cachete, de la voz firme, del castigo impuesto por quienes nos quieren.  Te digo que dios no existe y, aún así,  siento un escalofrío por la espalda cuando lo  escribo con minúscula. Su nombre es enarbolado por los ávidos de poder para adueñarse del destino del Hombre, de todos los hombres a los que se les  amputa el pensamiento libre. A  dios, los poderosos, le han puesto muchos nombres: Yahvé, Alá, Hashem, Memrá, el Creador, el No Creado,  para intentar confundirnos, Así, cuando alguien masacra al grito de Alá los partidarios de Dios, del Bueno, del Creador despotrican contra  esos fanáticos  que adoran a  un dios equivocado. Pensándolo