Nadie debe ser feliz
Rosa se agarra fuerte a los brazos de dos extraños, exagerando su propia simpatía y la de ellos. Se aferra, haciendo alarde de esa facilidad socializadora que le caracteriza. ¡Qué sociable es Rosa! ¡Qué alegre es Rosa! ¡Qué simpática es Rosa!
Pero, hoy se agarra a dos extraños tratando de evitar la mirada de Ángeles. Quizá es que le cuesta más relacionarse, porque está todo el tiempo detrás de Rosa.
Su mirada le incomoda. Le da miedo que acceda a su mente a través de los ojos. Está nublado y no se ha quitado las gafas de sol. Hay que guardarse. Hay que hacer teatro... y guardar la ropa.
Si hubiera sabido que venía ella, no estaría aquí. ¿Sabe algo?
Todo el día igual: "¡Qué reloj tan bonito! ¡Qué pañuelo tan moderno! ¿Qué perfume usas? Hueles muy bien..." Cada uno de los regalos de él. Rosa disimula mostrándose dicharachera y algo pícara con el camarero y todos ríen sus ocurrencias, y su soltura. ¡Qué alegre es Rosa! ¡Qué desenfadada! Todos entretenidos y contentos.
--Llevas muy bien tu situación, Rosa. Me alegro por ti.
Se alegra. Y Rosa se agarra aún más fuerte a su papel, desesperada por evitar más comentarios, y por evitar su cara. Esa cara juzgadora, reprobadora, opositora, de madre.
Y no sólo por madre. Ángeles representa a todas las mujeres del pueblo. Toda la censura y la incomprensión, disfrazada de interés y buena intención.
Sonríe, Rosa. Que no se note que has pecado, que te has atrevido a ser feliz a tu edad, superando tus miedos y hasta tus creencias. ¿Cuánto te costó ceder? ¡Meses! Meses de insistencia, de tentación, de angustiosas dudas y auto- enjuiciamiento... Que no se puede, que no se debe, que está mal, que qué dirán, que cómo se te ocurre, Rosa, ¿no había otro? Y al final, te robó un beso diciéndote que luego te dejaría en paz... Bueno.
Ángeles está tensa. Todas están tensas. Ninguna quiere que cualquiera de las otras consiga lo que ellas no tienen. Ángeles está atada, sujeta, amordazada. Como todas... No se puede, no se debe, qué dirán. Y Rosa se agarra, huye, se disfraza delante de los que le devuelven a ese estado, al de todas.
¡Qué desenfadada es Rosa! Y lo suyo le ha costado. Años de ser una más, meses de lucha interna...
Ahora ríe, disimula, se esconde, teatraliza... ¡Lo que sea por no volver a aquello!
--Le vi un anillo como ese a mi hijo el otro día. Dijo que era para un regalo...
Rosa se marea... pero no deja de sonreír.
--¡Qué casualidad, no? Yo me encontré este en la calle. Si es el mismo, tu hijo no tuvo suerte.
Ahora ya sabemos, Rosa, que no es porque le cueste socializar. Nadie debe ser feliz. Todas estamos juntas en esto.
María J. López Sariñena
Pero, hoy se agarra a dos extraños tratando de evitar la mirada de Ángeles. Quizá es que le cuesta más relacionarse, porque está todo el tiempo detrás de Rosa.
Su mirada le incomoda. Le da miedo que acceda a su mente a través de los ojos. Está nublado y no se ha quitado las gafas de sol. Hay que guardarse. Hay que hacer teatro... y guardar la ropa.
Si hubiera sabido que venía ella, no estaría aquí. ¿Sabe algo?
Todo el día igual: "¡Qué reloj tan bonito! ¡Qué pañuelo tan moderno! ¿Qué perfume usas? Hueles muy bien..." Cada uno de los regalos de él. Rosa disimula mostrándose dicharachera y algo pícara con el camarero y todos ríen sus ocurrencias, y su soltura. ¡Qué alegre es Rosa! ¡Qué desenfadada! Todos entretenidos y contentos.
--Llevas muy bien tu situación, Rosa. Me alegro por ti.
Se alegra. Y Rosa se agarra aún más fuerte a su papel, desesperada por evitar más comentarios, y por evitar su cara. Esa cara juzgadora, reprobadora, opositora, de madre.
Y no sólo por madre. Ángeles representa a todas las mujeres del pueblo. Toda la censura y la incomprensión, disfrazada de interés y buena intención.
Sonríe, Rosa. Que no se note que has pecado, que te has atrevido a ser feliz a tu edad, superando tus miedos y hasta tus creencias. ¿Cuánto te costó ceder? ¡Meses! Meses de insistencia, de tentación, de angustiosas dudas y auto- enjuiciamiento... Que no se puede, que no se debe, que está mal, que qué dirán, que cómo se te ocurre, Rosa, ¿no había otro? Y al final, te robó un beso diciéndote que luego te dejaría en paz... Bueno.
Ángeles está tensa. Todas están tensas. Ninguna quiere que cualquiera de las otras consiga lo que ellas no tienen. Ángeles está atada, sujeta, amordazada. Como todas... No se puede, no se debe, qué dirán. Y Rosa se agarra, huye, se disfraza delante de los que le devuelven a ese estado, al de todas.
¡Qué desenfadada es Rosa! Y lo suyo le ha costado. Años de ser una más, meses de lucha interna...
Ahora ríe, disimula, se esconde, teatraliza... ¡Lo que sea por no volver a aquello!
--Le vi un anillo como ese a mi hijo el otro día. Dijo que era para un regalo...
Rosa se marea... pero no deja de sonreír.
--¡Qué casualidad, no? Yo me encontré este en la calle. Si es el mismo, tu hijo no tuvo suerte.
Ahora ya sabemos, Rosa, que no es porque le cueste socializar. Nadie debe ser feliz. Todas estamos juntas en esto.
María J. López Sariñena
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