Ángulos
Rebeca Wellington era nueva en la ciudad, en el país y en el instituto. En su primera semana parecía que todo había ido bastante bien. La gente había mostrado suficiente, pero no excesivo, interés por ella, siendo amigables y amables. Hasta que llegó el viernes y tuvo su primera interacción con Darío Ortiz. Le odió para siempre. ¡Hizo que todos se rieran de ella! El domingo por la mañana todavía notaba las miradas clavadas en su cuerpo, con ese brillo malicioso y cortante, y no podía dejar de escuchar las rasposas carcajadas multiplicándose hasta el infinito en su cerebro. A mediodía se miró al espejo furibunda, y ante sí misma selló un decreto cósmico de venganza que salió disparado cual rayo zeusiano desde sus entrañas, atravesando su duro corazón y su petrifícante mirada, rebotando contra el espejo, hacia el universo. En un instante, dio la vuelta a toda la galaxia y regresó, implacable y firme a la Tierra, aterrizando como un buitre de verano en la cabeza de Darío Ortiz, que cayó a...