Insuficiente

 

Sin avisar José Luis llegó a casa, me contaba muy abatido que Mari José su mujer, se había marchado de casa, llevándose a su hija de apenas unos meses de edad. Moviendo la cabeza en gesto de negación, decía una y otra vez no quiero eso para mi hija, no quiero eso para mi hija… Lamentaba su situación e intenté animarlo, pero ninguna de mis palabras aliviaba su angustia, sonó su teléfono, era su padre, terminó la llamada, se puso en pie, cogió las llaves del coche y, se despidió. Observé que se había dejado las gafas de sol en la estantería que hay encima de la televisión. José Luis bajaba los últimos peldaños hasta la puerta de salida, me asomé al hueco de la escalera y se lo dije. Su respuesta fue: “Déjalas ahí, así sé que tengo que volver”

Estábamos muy unidos y sabíamos que nada, ni nadie nos podría separar. Juntos pasamos del vespino al biberón, siendo cómplices de momentos que marcaron para siempre nuestras vidas.

Meses antes de que naciese la hija de José Luis, estuvimos en mi casa celebrando mi cumpleaños, Manolo el jardinero, mi mujer, la mujer de José Luis y su hermano Dani. Comimos, bebimos, bailamos y sobre todo reímos.

Pasaron un par de días desde que vino a casa y me contó su amarga situación, me tenía preocupado y lo llamé por teléfono. Me sorprendió gratamente su cambio de ánimo desde la última vez. Me decía una y otra vez que iba a ser el sucesor de su padre, este era un empresario dedicado a la compra y venta de frutas y hortalizas con varias fincas agrícolas en explotación, la relación con su padre era complicada. Cuando él tenía 15 años, su padre abandonó el hogar y formó una nueva familia con su secretaria. Carmen, madre de José Luis nunca superó el despecho y años después del divorcio, fue encontrada ahogada en una balsa de riego de una de las fincas de su exmarido.

Al día siguiente, domingo por la mañana, sonó el timbre de casa, aún en la cama me asomé por la ventana de la habitación a ver quién era, pues no era muy habitual que llamasen a esa hora. Era mi amigo Manolo, el jardinero. Aunque tenemos una estrecha relación, me sorprendió su temprana visita. Le abrí la puerta, subió las escaleras, pasó al salón, se sentó en el sofá y sin más lo soltó “José Luis se ha pegado un tiro”

Pasan los años y se repite el mismo sueño: De repente aparece, sin más, con su eterna sonrisa y aunque estoy enfadado con él por desaparecer sin decir nada, me siento tan feliz, que mi emoción termina en lágrimas de alegría.

Comentarios

  1. El título es la clave. No me parece un texto con la técnica de escritura pelirgosa sobre todo por lo de la regla de los caballos, hay dispersión temporal, reminsicanecias que si bien tienen que ver con el cierre de la historia, tiene más la técnica para escribir unas memorias.

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