Café

Marcos se ha levantado a las 5. Se ha tomado un café solo y ha bajado a la calle donde, junto a la parada de autobús de la esquina, su compañero Miguel lo recoge todas las mañanas para ir a trabajar.

Después de pasar toda la jornada recogiendo hojas y recortando los setos de la urbanización Villa Marín vuelve de nuevo a su piso. Pero antes le pide a su colega que pare para comprar algo para la cena.

Antes de acostarse ve un rato la tele tumbado en su sofá.

Marcos ha quedado a las 10 con su abogado. Se toma un café y con las prisas vuelca la cafetera manchando toda la encimera. Pero no le preocupa. Ya lo recogerá María, la chica de la limpieza.

Sale del garaje en su Audi y se encuentra con Miguel, el jardinero, a quien le dice que hay un gato muerto junto a la piscina.

Los papeles del divorcio están ya preparados. La custodia de sus dos hijos será compartida y tendrá que abandonar la casa.

Marcos no ha podido dormir. Se siente inútil. No le gusta que María, su mujer, haya tenido que aceptar ese trabajo tan mal pagado de limpiadora en una casa de esa urbanización tan pija.

No queda café. Lleva ocho meses en paro. Su psiquiatra le ha tenido que recetar ansiolíticos.

Marcos se despierta en Bali por el aroma de un café que le ha preparado Sonia, su prometida. Están en un viaje de preboda y esperan un bebé para finales de septiembre.

El apartahotel en el que se alojan se lo recomendó Pablo, su amigo y socio del bufete de abogados, que estuvo de luna de miel con su marido Eduardo que es psiquiatra.

Marcos una mañana mientras tomaba un café decidió dejar los estudios para ponerse a trabajar de jardinero.

Marcos estaba tomando un café con otra mujer que trabajaba en la empresa de su suegro cuando su mujer los descubrió besándose.

Marcos se enamoró de María cuando la conoció en el bar donde ella le servía su café todas las mañanas antes de ir a trabajar.

Marcos se atrevió a invitar a un café a chica que más le gustaba de toda la facultad y con la que tendría un hijo.

Marcos no conoce a Sonia ni a María ni a Miguel ni a Pablo ni a Eduardo. Ni es empresario ni parado ni abogado ni jardinero. Ni ha estado nunca en Bali ni en Villa Marín ni en el psiquiatra ni en la parada de autobús de la esquina.

Marcos no existe cuando Marcos no toma café.

Comentarios

  1. Muy bueno, final muy desconcencertante que enciende enseguida el interruptor de la reflexión. No sé si estaría dentro de la escritura creativa. Uso literario del punto y aparte para crear un efecto de proyección.

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