El sol en su espalda

Los rayos del sol calientan la espalda encorvada de Jorge Martínez, que no se inmuta, que tiene los ojos abiertos pero opacos, que parece que no respira, que parece disecado, embalsamado o hecho de cera. Lleva así más de media hora, desde que lo metieran al calabozo. Está sentado en un banco y por la ventana los rayos de sol calientan su espalda encorvada. Sus compañeros de celda, un rubio rabioso que deambula por el pequeño espacio maldiciendo y un cura tembloroso y al borde del infarto pareciera, van a lo suyo. Jorge y el cura son dos planetas próximos, quietos, y a su alrededor orbita descontrolado el rubio rabioso. Jorge Martínez solo tiene vida interior, ya ni pestañea.

Mira por el retrovisor cuando vayas marcha atrás, no pongas la música alta, al entrar a la cabina del camión no puedes arrancar e irte, tienes que prepararlo todo. No vi porque no miré. El ruido sordo, el ruido sordo. Qué tontería, mejor dejarlo estar. No quiero ver a Paloma, no quiero ver a ¡Braulio! ¿Por qué papá? No se puede morir alguien con un golpe así, ¿y si estaba ya muerto? Zompo. No miro atrás, ojalá yo hubiera sido el atropellado. ¿Otra cerveza? No, no, no, no. Más. Un chupito. Tonto. Crash, no crash, no, sonó más bien, pumb, golpeando sacos de serrín. Frenó el camión. Lo veo, salgo y le digo ¡vaya susto! No, me he subido encima de él, lo he pisado. Toneladas, huesos rotos, cerebro saliendo por la cuenca de los ojos. Estaba muerto. Un tuerto, me ha mirado un tuerto. La bonoloto, si me toca, si me toca, ellos vivirían felices. No tengo futuro, no quiero , no miro, no estoy. Pumb.

El cura rompe a llorar de pronto, el rubio para y lo mira sonriendo, Jorge Martínez tiene dos bolas de cristal en vez de ojos. Alguien teclea fuerte cerca.

Con nosotros irás mejor, no, puedo, está a tiro de piedra, no puedo dejarlo aquí. Déjalo aquí, es mejor. Me despiden, no bebas, por qué. Ruido de lavadora centrifugando fuerte. No quiero morir, no puedo quitarme la vida. No es para tanto. Pasa el duelo. No respira, Otra cerveza, chupito. Pumb. Cómo me gustaría que alguien pasara la porra por los barrotes.

Jorge Martínez tiene alas, se ha ido. El cura solloza y baila la cabeza sobre su cuello gordo y pide auxilio a alguien con la mirada, el rubio lo mira y chasque la lengua. El ruido del teclado cesa. Se oyen pasos que se aproximan pero no viene nadie. No hay nada más que un presente que huye y un pasado que hiere.

 

Comentarios

  1. "Un presente que huye y un pasado que hiere"...el colofon inexorable de una historia construida a base de pensamientos caóticos perfectamente ordenados. Me he sentido atrapada por lo inevitable, a medida que leía he notado cómo la mordaza de los hechos sin vuelta atrás asfixian ..¿ y si no hubiera...?

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  2. Me ha gustado mucho, es la angustia retratada y escalando en tiempos, el cíclico rumiar del pensamiento, la culpa inacabada que termina por embarrar el presente en un suelo contaminado por el dolor, sangre y menudencias orgánicas y el futuro es gris, opaco, sin esperanza, ah, la culpa, una cárcel etérea imposible de abrir. Gracias por compartir.

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