Trastocar

 

Tras tocar con el grupo de música llegué a casa.
 
El calor, los whiskies y tanto tiempo despierto me llevaron a un estado de laxitud,
flojedad muscular y ablandamiento que me arrastraban directamente a una siesta larga,
de las largas, de las de cama y no de sofá. 
 
Saca al perro, vi tu nota. ¡Oh!, oso blanco, nuestro perrazo, me daba con el lomo,
y de verdad que no podía, no tenía aliento, así que lo acaricié y me fui a la 
habitación tarareando nuestro éxito, “procrastinar”.
 
Lo sé , lo sé. No me cuelgues. Hicimos un pacto, tú lo sacas por la mañana y yo por la tarde,
pero de verdad que no podía, y no era solo cansancio, era falta de ganas, pereza,  te soy sincero. 
 
No me grites. Sí le abrí la puerta. 
 
Te estoy siendo sincero, podía haberte dicho que se escapó al abrir la puerta, 
tengo la culpa, que eso valga para algo. Perdona. 
 
Voy al hospital veterinario, no te preocupes.

Comentarios

  1. Desde el comienzo de la narración consigues hacernos ver al personaje como si nosotros mismos fuéramos una cámara. tras sus pasos, nos contagiamos de su cansancio, de su fastidio no sólo con su interlocutor sino consigo mismo. Parece como si quisiera firmar un nuevo " contrato" ,nuevas condiciones. Ahí asoma la pereza. Podría ser el retrato de esa dejadez, del abandono de nuestros compromisos con la vida, con los otros. Por pereza.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Tu oipinión es importante. Déjala aquí.

Entradas populares de este blog

Escribir un relato kafkiano. Reunión del viernes 4 de marzo a las 19:00 horas por ZOOM.

Al río, no

Reto del relato vergonzoso