Colmillos de león



De viaje a otra aldea la vio danzar, metida en el cuerpo de su madre, antigua y fugitiva amante en noches sin luna. Reconoció la cicatriz en el pecho como un colmillo de león. Después regresó para levantar una choza junto a la de su hija y tenerla cerca. No le confesó parentesco. Como cazador, le procuraba presas y frutos del camino. Ella cocinó un antílope y le invitó. "Mi muestra de gratitud". Él, orgulloso, tenía sudor de oro y carne volcánica. A ella el amor le perló la piel. Le desvistió, él no se opuso. Ella miró un colmillo roto que le colgaba del cuello. "Somos almas gemelas". Lo llevó líquido al lecho. Quería su fuego dentro de ella. Él la detuvo, tenía que merecerla para yacer a su lado, limpiar su pecado con la sangre de un león. "Saldré y regresaré". La noche se lo tragó. Nunca volvió.

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Santiago Manuel de la Colina
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Comentarios

  1. Cómo no, este texto es de Santiago, solo podría ser suyo. Desubica la historia y la hace eterna. Muy sorprendete.

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