Sueños rotos



Sé que me observa. Finjo no ver.

Las pulsiones de mi juventud siguen intactas. Sin embargo, el deseo, hecho añicos, da paso a la ternura cuando su aliento me acaricia.

Su tímido abrazo me quema. Su tacto despierta en mi piel el recuerdo de momentos soñados, imágenes de una infancia negada, de una adolescencia huérfana, plagada de sexo y dudas. Su mirada es el ascua fría que mantiene el fuego en mis entrañas.

El presente me alerta de los errores de juventud. Quince años: jugamos a ser mayores, el sexo ávido. Luego el pánico. La huida. Me perdí su piel de algodón, hoy terciopelo ardiente. Rompí los eslabones de una vida que sueña encadenarse a la mía

El deseo nubla la razón. Mi alma grita, pero no entiendo el eco de su voz. Siento un pálpito que amordaza el impulso y frena el deseo. Hay algo de edípico en estos amaneceres húmedos.

Soy su dios.

Él es mi dios. Yo, Electra.

De nuevo huiré. La muerte en la distancia será mi aliada y ella, como la venus, renacerá mecida por las olas del olvido.

Sé que me observa. Finjo no ver.

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