Nochebuena con pelos


--¡No me jodas, no me jodas, no me jodas!, ¡Jero viene!, ¡Eh, Jero viene al final!, joder, joder, joder, lo sabía.--

Mi sobrino Andrés nos avisó para que pusiéramos una silla más, a su lado, para Jero, que venía sorpresivamente a la cena de Nochebuena.

--Andrés, Jero no se ha hecho el test, y quedamos en que todos nos lo haríamos, y no hemos avisado a mamá y no me parece bien-- María, en un tono circunspecto, aleccionando, advirtió a Andrés, y yo, que adopté la figura de mediador, resolví. --Cuando venga, que se lo haga, hay cinco test en la habitación del fondo, tan solo necesita media hora o menos--. --¡Síííííííííííí!--, gritó largamente Andrés. --Estás en todo tío-- María hizo un mohín de asco con los labios, arqueando las cejas y abriendo los ojos de forma desmedida. --En todo, dice--, murmuró de forma perceptible. Andrés miró su reloj de pulsera y yo recibí el pirmer reproche de María, mi sobrina, hermana de Andrés, a la que nunca lcaí bien. –- No puedes ser tan bueno, tío--, me decía, --las personas que no se enfadan nunca y no discuten, no son de fiar.

Mis padres y mi hermana estaban en la cocina emplatando, abriendo bebidas y bebiendo. Andrés, María y yo poníamos la mesa. Eran las ocho, silbábamos, y sobre todo María y yo, poníamos como autómatas cubiertos, platos y vasos. – A metro y medio, tio-- . --Sí, María lo sé, somos pocos, se puede-- Andrés miraba el teléfono y sonreía contestando mensajes de WhatsApp.

Suena el timbre, --¡vamos!--, gritó Andrés, --¡vaaaaaaaamos!--, gritó largamente, y corrió hacia la puerta y abrió ansioso, al borde del colapso, como si le faltara oxígeno y el aire subiera por las escaleras. --¡Papáááááááá!, gritó Andrés, y antes de que Jero se fundiera en un abrazo intervino María blandiendo el blister de la prueba de antígenos,--Jero, hazte la prueba y luego abrazos, los que hagan falta--, --Hola hija--, --vamos--, susurró María sonriendo con franqueza e indicánole la habitación del fondo. Andrés jadeaba como un perrito excitado sin quitar la mirada de su padre. Si tuviera rabo lo estaría moviendo hasta la invisibilidad. --Hola--, dije sonriendo a Jero, y Jero afectado por una emoción contenida, visiblemente contenida, se metió en la habitación y cerró la puerta tras de sí.

<Mi heramana no sabe que viene Jero, ¿verdad?>, le dije con la mirada a María. --No, no lo sabe, pero esta también es su casa, se lo diremos antes de que se vean--. Andrés miraba la puerta de la habitación de la prueba de antígenos excitado y ausente. --Vamos, a la cocina--

La cocina era otro planeta, otra galaxia. Mis padres y mi hermana hablaban y preperaban platos y remataban cocinados pretenciosos y resultones y bebían a gusto, y que la puerta se abriera, visiblemente les interrumpió su cadencia y como si se apagaran las luces y entrara frio, un sincero desconcierto recibió a los invasores.

--Aún no está--, dijo mi hermana, os avisaremos cuando todo esté para que os sentéis, como siempre. --¿Qué pasa?-- Advirtió al ver los querientes ojos de su hija y su hermano. --Mira mamá, no te enfades, Jero está en el salón, ha venido por que Andrés se ve que lo ha invitado. Sé que las cosas no se hacen así--.--Pero están ya hechas--, rematé.

En la cocina se hizo el silencio, tras la puerta se oyó un “va-mos” silabeante de Andrés, que esperaba como un perrito bobo en la puerta lo que diga el hisopo del de la habitación de antígenos, como en un verso de La Odisea. La música en la cocina fue apagada, no sé bien cómo, por telequinesis pareciera. --Vamos a ver, vamos a ver--, rompió mi hermana el lapsus, --¿me decís que está Jero en el cuarto del fondo?--, -- a la espera del resultado de una prueba de antígenos--, redondeé echando todas las cartas encima de la mesa. Mi hermana se echó una mano a la frente como un emoticón, mis padres tomaron aire sonoramente y María intervino para intentar coser el intermedio y que continuara la cena de Nochebuena. -- Pensad, no pasa nada, no podemos pasar de papá, ha venido y ya está, no podemos hacer otra cosa que lidiar con esto. Mamá, por favor, no te vengas abajo, ya hemos rehecho la vida, tarde o temprano tenía que pasar, qué mejor que hoy, de verdad, que esta noche--.

--¡Positivo!-- gritó Andrés abriendo la puerta, --¡Ha dado positivo!

--Lo siento— se oyó tras la puerta del salón. Y ya no pude más, y me entró la risa nerviosa, y rei a carcajadas, y el resto os lo podéis imaginar. Así empezó mi cena.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Escribir un relato kafkiano. Reunión del viernes 4 de marzo a las 19:00 horas por ZOOM.

Al río, no

Reto del relato vergonzoso