War


Su frente estaba impregnaba de un sudor frío, pegajoso que le humedecía las entrañas. Era miedo, rabia contenida lo que le hacía permanecer inmóvil, incrustado a la tierra blanda y fría. Estaba tirado en el suelo bajo la oscuridad de la noche, oculto, agazapado como un animal herido. Todos sus instintos alerta como si esperase un golpe certero. Las bombas caían a poca distancia y convertían la oscuridad en fogonazos de terrible realidad, destruyendo los deseos de vida. Ya no podía huir era demasiado tarde. Sabía que los aniquiladores estaban cerca, que podían detectar cualquier movimiento, por eso se había enterrado bajo los escombros de aquél edificio en ruinas, que había sido una hermosa universidad. 


Tenía los ojos irritados de tanto mirar sin ver nada. Las pestañas y las cejas cubiertas de barro. Un casco pesado le cubría la cabeza. No sabía cuánto tiempo llevaba allí. Las horas se hacían infinitas ante una espera prorrogada de final inmediato.


Pensamientos fugaces pasaban por su cabeza como impactos de misiles que sacudían los edificios cercanos. Y sin embargo tenía la sensación de que todo era tan irreal.
Una ráfaga de ametralladora sacudió la puerta que había a pocos metros de donde se encontraba, mientras una sombra zarandeada por la metralla se difuminaba y caía abatida dejando escapar un alarido.


Todos sus músculos se tensaron, respiraba a intervalos agónicos, la certeza de que estaba cerca de la muerte resquebrajó la poca integridad que le quedaba.
El no debía estar allí o sí, ya no sabía por qué había decidido volver sobre sus pasos para luchar, para salvar su dignidad. Ahora todos estaban muertos. Las promesas incumplidas se habían quedado suspendidas en el aire como los copos de nieve que caían de forma intermitente.


No podía olvidar su cara, su sonrisa cuando la dejó en la frontera con una mochila llena de recuerdos, de esperanzas rotas y el violín zarandeado por las carreras y los pasos apresurados ante la inminente sacudida de los bombardeos. Ella entre una multitud de mujeres y niños que corrían sin rumbo fijo, pero lejos de aquella locura que se había desatado sin aviso.


Y volvió sobre sus pasos, por encima de la destrucción, junto a hombres que no conocía, pero que también compartían su miedo y su ira. Nadie quería la guerra. Cómo era posible que en un mundo lleno de tecnología y avances electrónicos estuviesen luchando cuerpo a cuerpo con un enemigo poderoso que quería arrasar su esperanza y su futuro. Había recorrido ciudades vacías, cubiertas de escombros y destrucción, en las que nada ni nadie parecían tener ya un pasado. Caminaba kilómetros cada día y de noche se ocultaba para pasar desapercibido, para sobrevivir un día más sin caer bajo el impacto o la detonación de los enemigos.
Ahora, en medio de un silencio extraño, sentía que las oportunidades se le escapaban, como una mariposa que vuela por última vez antes de convertirse en luciérnaga.
Pegado al suelo sintió su propio sufrimiento, la inquietud atravesándole los sentidos y para calmarse buscó en el bolsillo del pantalón un cigarrillo, que puso con cuidado entre sus labios agrietados por el frío y la escarcha.


En medio de la soledad, en aquél momento de calma tensa, sólo podía saborear las hebras del tabaco, ya no tenía fuego.
Un ruido próximo, cada vez más cercano le puso en alerta. Clavó las punteras de las botas en la tierra y apretó los dientes. Entonces sucedió, algo golpeó con energía sus pies. De forma instintiva se llevó las manos a la cara y se tapó la boca para no gritar.

- Joder tío despierta, es tu turno, te toca hacer guardia.

Abrió los ojos extrañado, confuso, sin poder situarse todavía. Al fondo una figura se movía sin forma con movimientos bruscos.


Estaba tirado en un catre del que colgaba su cuerpo tenso, aún impactado por la repentina vuelta a la realidad. Miró el reloj que colgaba de su muñeca y vio que eran las cuatro de la madrugada. Se levantó, se estiró el uniforme y siguió por costumbre hacia la luz que entraba por la puerta, después atravesó el pasillo, que le sirvió de puente entre dos mundos tan próximos como el sueño y la vigilia.


Cuando llegó a la sala llena de pantallas, comenzó a digerir la situación. 


Su compañero sentado frente a la televisión con un café en la mano asistía en primera línea a la ráfaga de noticias que lanzaba la cadena 24horas

>>>>> Las tropas rusas acaban de bombardear Chernóbil. Los ataques de la artillería y el impacto de los misiles dirigidos hacia varias ciudades importantes, entre ellas la capital, Kiev han producido decenas de muertos>>>>>>>

Andriy no se podía creer lo que estaba sucediendo : Rusia había comenzado a invadir Ucrania.


Marisol Alvarez

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