El aula es una caja de zapatos

El aula es una caja de zapatos con gusanos de seda, desde mi pupitre se ve la pizarra donde está escrita la palabra "esdrújula", el profesor es mi hijo de mayor, él aún no lo sabe, y sonrío pensando en la sopresa que le voy a dar cuando se lo diga, así que tecleo mis dientes que son teclas de piano, y entono una banda sonora familiar, como de serie americana antigua, con las risas enlatadas, creando el ambiente propicio para darle la noticia, para decirle "has sido mi hijo".

Mi hijo sigue dando la clase, mis compañeros se ven a través de traslúcidos hilos de seda amarillentos, están envueltos en frágiles capullos casi imperceptibles, dentro de los cuales han de tener los antebrazos y los codos pegados al torso, y por una membrana sacar los brazos y las manos, con los que que apenas llegan a las mesas de los pupitres, sobre las que yacen durmientes cuadernos de hojas de morera, para escribir con patas de grillo letras redondas de baba verde. Huele a caca de cucarachas, sé que son del tamaño de un grano de arroz bomba, de los que usa la abuela para hacer la paella que le gusta a mi hijo. Mi madre habrá muerto, reflexiono, porque mi hijo está mayor.

Quiero decirle que es mi hijo, por los agujeros de la tapa de la clase entran y salen pequeñas arañas. Mi hijo ticea hasta la estridencia sobreescribiendo la palabra esdrújula y formando una nube de polvo de yeso a su alrededor, que le encanece el pelo. Quiero abrir la boca ya, quiero decirle que es mi hijo, antes de que la clase acabe. Las agujas del reloj de encima de la pizarra aceleran el viaje por el círculo, arañando los números con la punta y suena un ruido fuerte como de embrague de coche roto. Me levanto de mi silla e intento dar una gran zancada, una que me lleve hasta él, de un solo paso, pero mis piernas están cogidas hasta las rodillas por miles de hilos de seda, por cuyas hebras corretean millones de diminutas arañas. Suenan entonces carcajadas enlatadas, de serie antigua americana, mis compañeros me miran sonriendo, con la tela de seda traslúcida pegada a sus caras, mi hijo ticea la palabra esdrújula en una nube de polvo de yeso y decido gritar, y pienso que si grito todo se caerá abajo, porque quiero ir al campo, al campo abierto, sin montañas a lo lejos, así que me preparo y cuando voy a gritar me doy cuenta de que no puedo abrir la boca, mi paladar está pegado a mi lengua y mi lengua al suelo de la boca.

Miro a mi hijo, a su espalda, ticear la palabra esdrújula de forma ruidosa, en una nube de yeso, pero la tiza se ha acabado y restriega sus dedos en la pizarra, los desgarra y ... 

__Y entonces gritas.

__Sí, perdona.

__Bueno, intenta dormir otra vez, venga.

El aula es una caja de zapatos...


 

Comentarios

  1. Me gusta, decididamente, me gusta.
    Sin embargo...no sé si la acumulación de tantas " metamorfosis" da como resultado un sueño inquieto, agobiante o sencillamente un relato abigarrado. Creo que cada escena es, al mismo tiempo, el inicio de un nuevo sueño. Al final me queda la sensación de una gran tela de araña en la que quedan atrapadas otras muchas secuencias posibles. Me ha gustado. Sí.
    Curiosamente el efecto del grito último me devuelve a un dormir tranquilo. Aunque volvamos a tener otra caja de gusanos. Pero será otra .
    Ah. A mí no me gusta inventar palabras ( ticear)

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