Agarrapiñado


Salgo de casa y giro siempre a la izquierda, a la derecha hay una carretera transversal a mi portal transitada mayoritariamente por camiones, un polígono industrial y un tanatorio, con este panorama por qué habría de girar a la derecha. Giro a la izquierda, como siempre, y camino a la espera de que el objeto o la persona venga a mí, con atención plena, para ser rasgado por lo que me rodea y formar parte del todo y no que sea yo el todo. Pocos pasos doy y allí está, mi viejo vecino agarrapiñado, un hombre retaco con forma de tronco, de cabeza grande, sin cuello y piernas cortas, que con una pava de cigarro colgando del labio da pasitos adelante y a los pocos segundos pasitos hacia atrás, como si fuera en un barco y buscara equilibrio. Siempre me saluda con sus ojos vidrosos, de esos que solo forma el vino, murmura y se mueve levemente por la cubierta de la calle, sin salir de la acera. Ahora caigo, por fin sé lo que le pasa, me vino una iluminación, un destello de verdad: lo que le sucede a mi vecino agarrapiñado es que no sabe a qué voz hacer caso. Salto a su cabeza, él soy yo, es lo que tiene formar parte de un todo.


Vida larga y reproches insalvables: tuve que haber dejado el trabajo cuando pude, no debí haber tenido al Pepe, tuve que haberme quitado la vida cuando murió María, la próxima vez que pase un coche rápido me tiro, vamos a echarnos otro vino dentro, no, o sí, pero rápido, por el día María está en la casa por la noche la echa el vino.

Salgo de su cabeza, estoy a tiempo de arreglar lo mío. 

Toni.


Comentarios

  1. Me ha gustado, pero me he perdido un poco al final, depurando más habría estado bien.

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