Cena de Nochebuena



Emilia se disponía a ultimar los detalles de la preparación de la mesa para la cena de Nochebuena. Estaba colocando unos adornos navideños que había confeccionado en centro ocupacional al que acudía los lunes, miércoles y viernes, por las mañanas. Allí hacían labores y manualidades, pero lo que más le gustaba eran las tardes, pues acudía todas para jugar al mus; disfrutaba mucho jugando, pero lo que más le gustaba era Abundio, su compañero de juego. Se entendían perfectamente y le hacía reír con sus "batallitas" como nadie la había hecho reír nunca, ni su difunto marido Rodrigo que en gloria esté. – ¡ayy Rodrigo… si me vieras ahora!; con los malos años que me diste y lo que estoy disfrutando a mis 72 años…

Abundio iba a traer a cenar su nieta Marta, la cual vivía con él, ya que con sus padres se llevaba mal, y con el yayo hacía lo que quería. Marta era un poco "ligera de cascos" como se decía ahora, pero él pensaba que con 26 años que tenía, le tocaba disfrutar la vida. Sin embargo, Emilia pensaba que a lo mejor congeniaba con su hijo menor Javier, el cual con 30 años era padre de una niña de 8 años, la cual tenía un nombre raro que no recordaba. Ella la llamaba Noa, ¡ya le podían haber puesto un nombre menos moderno!; que ni santoral tenía… Javier no llegó a casarse. Conoció a una chica, se quedó embarazada y al mes de dar a luz, le dejó a la niña con una nota diciéndole que la maternidad no era para ella, y desapareció para siempre de sus vidas.

Emilia confiaba en que congeniaran y así no se sorprendieran tanto de la noticia que les iban a dar Abundio y ella.

-Ding-dong –< ¡Ay que nervios!, ya están aquí. ¡Uff esta cadera me está matando! > comentó mientras se dirigía a abrir la puerta.

- Abundio, qué alegría que estés aquí. Pasa y siéntate. ¿una copita de Mistela. ¿Dónde está Marta?

-No gracias, esperare a la cena; Flirteando con el taxista, le he dicho que no tarde. ¿Todavía no ha llegado Javier con la niña?

-No, la puntualidad la perdió cuando fue padre.

- ¿estas preparada para darles la sorpresa?

- Si, a nuestra edad es tontería dejar las cosas para más tarde.

-ding –dong.

-No te levantes Emilia, será Marta; ya abro yo.

-Hola, dijo Javier echando un paso atrás pensando que se había equivocado de casa.

-Hola, yo soy Abundio, amigo de tu madre. Tú debes ser Javier y tu Noa, dijo estrechando la mano a la niña que se escondía detrás de su padre.

- ¿Abundio?!ppfff! <se le escapó una sonrisa al escuchar el nombre>

- ¿ALGÚN PROBLEMA, MUCHACHO?

- ¡No, no, ninguno!, disculpa, no quería ofender…

-Bien, adelante.

- ¡Hola, mamá! ¿Cómo estás? Te veo muy bien!

- ¡Hola, cariño! ¿Cómo está mi princesa?

-Aburrida, yaya. ¿Ha llegado ya la otra niña para jugar?

- Ay, ha llegado, pero, no ha entrado a casa todavía; a lo mejor quiere jugar un rato contigo, pero ya te aviso que no es una niña; es la nieta de mi amigo Abundio, pero algo mayor que tu…

-Ding –dong

-Tiene que ser Marta, ya abro yo.

-Hola, tú tienes que ser Emilia; yo soy Marta.

- ¡Bienvenida! Te presento a mi hijo Javier y a su hija Noa, (está soltero, sabes)

-¡ Mamáaa!

-Ay hijo, era sólo un apunte… Bueno, ¿queréis tomar una copita? No creo que tu hermano Antonio tarde en traer la cena.

-Pero, ¿es que viene a cenar? Preguntó Javier; pensando que no sería un encuentro agradable después de la última pelea que tuvieron.

-No, no se queda a cenar. Se ofreció a traer un cochinillo asado para que cenáramos bien. De todas formas, sentaos que tenemos que daros una noticia. Abundio y yo hemos decidido vivir juntos, porque nos hemos enamorado y queremos estar juntos.

-Ahora sí que me tomo esa copita, dijo Javier.

-Yo también acepto, dijo Marta.

-Me aburro, dijo Noa

-Te ayudo a servir, dijo Abundio acompañando a Emilia a la cocina.

-Oye Javi, ¿te importa que te llame Javi? (Preguntó Marta poniendo "ojitos")

-No, no me importa, (contestó sorprendido y halagado. La verdad es que le parecía muy guapa)

- ¿Qué te parece lo que quieren hacer los yayos?; Yo creo que el amor no tiene límites y si son felices, que se venga mi yayo a casa de tu madre, y así me quedaría sola en casa. Me podrías visitar cuando quisieras (le dijo guiñando el ojo)

-Me aburro… <dijo Noa>

-Ya, cariño, ¿por qué no vas a la cocina a ver si puedes ayudar a la yaya?

-Vaaalee…

- ¿No te parece algo precipitado? Marta.

- ¡Qué va! Lo que tienen que hacer es aprovechar el tiempo. Yo he notado un cambio en mi yayo. Ahora está más feliz que nunca, lo que no sospechaba es que tenía un ligue

- ¡Papá! la yaya se está besando en la boca con su amigo.

Riiing, riiing, riiing.

-¡MAMAAAA! El TELÉFONOO

- Ya voy. ¿Diga?

-Mamá, soy Antonio. ¿qué os falta para llegar?

-¿Cómo? Estamos esperando que nos traigas la cena, como dijiste.

-No mamá, te dije que tu preparabas la mesa, con esos adornos que has hecho de Navidad, pero en mi casa, y yo me encargaba del cochinillo; que, por cierto, se está enfriando.

-Ay hijo! ¡que confusión más tonta! Ahora mismo llamo a un taxi o a un "espotifai" de esos y vamos para allá.

MJ Andreu






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