La tormenta

Aquella tarde era gris, de un gris tan oscuro que casi podía ser negro. El día no pintaba bien y cada vez se ensombrecía más el cielo; amenazaba tormenta. Volvía ya de camino a casa tras un paseo por el campo, con las manos en los bolsillos y aligerando un poco el paso. De pronto con aquel paisaje mortecino y yermo mi imaginación se disparó. Relato lo que imaginé que pudo pasar.

Escuché tras de mí un estruendo pavoroso, como el de mil tambores sonando al unísono, y un eco ensordecedor.

Me giré asustado. «Debió haber caído cerca algún rayo», pensé. Para mi sorpresa cuando miré hacia una inmensa montaña en la lejanía, vi cómo apareció de detrás de la misma la figura de un colosal esqueleto ardiendo en llamas de color turquesa. Vestía una capa negra, llevaba una corona dorada, brillante como el mayor de los tesoros. Su mirada reflejaba astucia, maldad, y bravura.

—¡¿Quién osa perturbar mi descanso?! —aquel grito se escuchó en toda la faz de la tierra. —¡¿Quién osa despertar al rey de los muertos?!

Lanzó una mirada encolerizada y solemne. Mi cuerpo tensó cada uno de mis músculos, la sangre me azotaba las sienes, la respiración era entrecortada y el corazón parecía una locomotora a todo vapor. Aquel monstruo se alzó en vuelo sobre la montaña. No tenía piernas, su cuerpo terminaba en su cadera, calcinada por las llamas turquesadas. Avanzaba decidido hacia mí y con una impresionante velocidad para su tamaño. Mis intentos por huir serían vanos. Cuando decidiera armar la carrera aquella criatura estaría sobre mí. Aun así, corrí lo más rápido que pude, para morir al menos con unos segundos de libertad, esos que se hallan cuando sabes que morirás y aún así intentas salvarte…

Era tarde, notaba su aliento putrefacto tras de mí, sentía el olor a la muerte, podía sentirla pisándome los talones. Una ráfaga de viento sopló tras de mí. Ya se abalanzaba aquel monstruo cuando escuché otro estruendo y caí al suelo, despedido unos metros por una fuerza. Las manos me dolían y estaban sucias, los oídos me zumbaban y me dolía la cabeza. Me revolví como pude y miré a ambos lados. A la izquierda, el esqueleto que había impactado contra una roca, aturdido. Mientras, a la derecha, había una silueta, llevaba un báculo con una bola de cristal incrustada en el extremo del propio báculo. El individuo era muy alto, de unos varios metros, vestía un ceñido traje del color del mar, tenía una capa azul que el viento mecía suavemente y una capucha que solo dejaba entrever de su rostro una sonrisa pícara y un enhiesto bigote destacado de su semblante imberbe. Lo envolvía un aura enigmático y mágico. ¿Quién era y desde cuándo estaba aquel personaje ahí? ¿Había esperado a que aquel monstruo se me abalanzara para ayudarme?

Ambos parecieron ignorar mi presencia desde entonces y entablaron una lucha titánica. Pese a la diferencia abismal de tamaños entre el solemne esqueleto y aquel misterioso hombre ambos pusieron una resistencia numantina. Del báculo salían bolas de energía de color azul que impactaban sobre el monstruo, despidiéndolo varios metros. El rey esqueleto también golpeaba ferozmente al hombre azul, hiriéndolo en muchas ocasiones. Surcaban los cielos, enfurecidos, oscuros y eléctricos. Y caían repentinos contra la tierra enzarzados en su lucha, dejando varios socavones a su rastro.

Tras una exhausta batalla. El encapuchado azul levantó el báculo al cielo, enfurecido. El cielo descargó un rayo sobre el báculo, el hombre se alzó en vuelo y descargó toda su energía sobre el rey de los muertos. Lanzó un rayo de un azul muy intenso que impactó contra el cuerpo del esqueleto. Un resplandor deslumbró tanto el cielo que tuve que cerrar los ojos para no quedarme ciego.

Volví a mirar alrededor, no había rastro de aquel monstruo ni del enigmático hombre azul. Miré al cielo y una gota me cayó, devolviéndome a la realidad. Amenazaba tormenta.
Enrique Olmos Avilés

Comentarios

  1. Trepidante relato y además creativo, podría decir a varías cosas lo que me ha recordado, Gandalf vs Balrog, animes como SAO o Campione.
    Me ha gustado. Una cosa aura es femenino.

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