Presentes concertantes

Está a punto de entrar, está a punto de entrar. ¿Lo hago?, sí, ya he llegado hasta aquí, está casi todo hecho. El presente es concertante, el presente es concertante, el presente es concertante. 

José, arañando por debajo su asiento de escay, espera bamboleante y encorvado en la cafetería del estudio de grabación, que está repleto de artistas convocados para el premio. Se siente sin embargo solo y está angustiado, siente que ha vivido esto otras veces.

¿Y si me voy?, ¿y si se lo digo y ocurre otra cosa? Igual no entra, igual hoy no viene, no lo recuerdo bien. Estoy por si acaso, estoy por si acaso, por si acaso. La luz es  otra, el moscardón no estaba, creo que no había moscardón.

José reconoce el chirrido eléctrico de los tubos fluorescentes que parpadean, sonríe nervioso, se pone alerta, se endereza en la silla y mira la puerta, es la hora. Oye los pasos entre el murmullo, traga saliva y se levanta. Él entra. Lo aborda.

-Oye, no te vayas, tranquilo, sé que quieres huir, no te muevas, no te muevas. Tranquilo, tienes que entrar, tienes que hacerlo, sé que has pensado en irte.

El joven que acaba de entrar ve al viejo que le habla, que le dice que no se mueva, que esté tranquilo. El moscardón zumba y el silencio de dos segundos infinitos lo desconcierta, los demás concursantes se concentran a la vez y se hace un silencio raro. Calla, mira a ese que le habla y espera. No se mueve.

- A ver, no sabes quién soy, pero te conozco bien, no abandones, entra, ¡vamos!, ¡concursa! Te llamarán enseguida.

- Joder, ¿te manda mi madre?, ¿te conozco?, me suenas.

- Me llamo como tú, José, y sí, me manda tu familia. No te acobardes -le dijo acercando la boca al oído y apretándole el hombro.

Un hombre barburdo salió de la puerta del estudio y gritó: "¡el siguiente!, ¿José Buendía?, ¿está José Buendía?"

El viejo azuzó al joven José empujándole suavemente hacia el barbudo, el joven lo miró y sonrió. -Soy yo, -dijo, y entró decidido a darlo todo.

El José viejo lo siguió con la mirada y cuando entró rompió a llorar. No le importaba que le miraran, porque él no era de este mundo. Se calmó, sonrió, dio unos pasitos y saltó desapareciendo en un haz de luz. Iba otra vez al futuro, a su presente, y esta vez convertido, estaba seguro, en una estrella de rock.


Toni Díaz.





Comentarios

  1. ¡Nivelazo! Una historia muy buena y con muchas facetas e imaginación, y en tan poco espacio.A mi me sirve de referencia.

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