El mes de las manzanas.


Al mandar el parte de servicio especial,reparó que era 22 de octubre,comenzaba el Brumario del calendario revolucionario, jamás lo olvidaría.El aire se habia llenado de electricidad y las nubes negras,arremolinadas en la cumbre de la montaña,opacaban un sol otoñal en ocaso que les daba un inquietante reflejo color de fresa.Con el fuerte viento,las primeras gotas de agua comenzaron a repartirse displicentes por la calle desierta,un gato famélico pasó como una sombra entre los dos coches que estaban aparcados frente al vetusto hotel de aspecto provinciano y que recordada acogedor,las menguadas dietas del departamento no daban para más.Pensó que Palomares ya estaría durmiendo,había que estar lúcido ante lo que se avecinaba en esa perdida ciudad incrustada en la falda de la imponente masa rocosa.
Un remolino de viento estampó una sucia bolsa de plástico en la cristalera de la cafetería en la que esperaba, al tiempo que el amortiguado estruendo de un trueno,como de cañón,le devolvió de esos pensamientos.Tornó la vista al percibir el reconfortante aroma de la humeante bebida que le acercaba el camarero a la mesa.Unos paisanos, acodados en la barra de chapa blanca, apuraban la última, antes de regresar a sus casas para cenar.Al fondo,una pareja de adolescentes, sentados en una mesa,se miraban muy de cerca.Reparó en que la chica,delgada y rubia, jugueteaba distraídamente con una manzana verde, como las que vio recolectar en las inmensas pomaradas que flanqueaban la sinuosa carretera que ascendía a localidad.
La secretaria del juzgado se retrasaba,estaba muy intrigado por la insistencia que mostró en que se produjese el encuentro.Su voz delicada sonó imperativa,no dejó margen a lo que dispuso con firmeza.
_ Tiene que ser hoy,es imprescindible que hable con usted antes de que le reciba mañana su señoría._
La llamada y esa voz sedosa le cogieron desprevenido,esperaba el tono aguardentoso del coronel Orcero,siempre seco, y más inquietante con él desde que llegó a la unidad aquel atildado teniente, su sobrino.Supo desde el principio que aprovecharían cualquier error para sustituirle.
Se asomó a la taza de café como lo haría el otoño anterior al pozo séptico donde apareció aquel cadáver. La oscura transparencia y el cálido vapor del liquido negro parecían mostrarle  la imagen de aquella monstruosa cara que vislumbró, entonces, sobre el agua,una masa informe y cianótica alrededor de dos huecos macilentos donde deberían estar los ojos,los de una mujer.Una punzada en el estómago le apartó de esa visión que le hizo más evidente el dolor de cabeza que le había acompañado todo el día, y que le era recurrente desde que colaboró en labores de enlace con la Gendarmería, en el sur de Francia, aquellos ya lejano años del plomo; y el escozor en los ojos, enfrentados sin pausa esa tarde a la pantalla del ordenador portátil, mientras un silente Palomares devoraba con los suyos la carretera.Había buscando respuestas,certezas,con fé,en la abigarrada documentación de los últimos 30 años de los archivos de las zonas limítrofes.Se los había proporcionado,Dios sabe cómo,Marta,su ángel de la guarda en la Unidad Central.
Encontró dos casos ya  archivados,prescritos legalmente. Los informes forenses eran alentadores,las erosiones del esfenoides en su convergencia a la fosa craneal eran idénticas y compatibles con el mismo objeto.El hallazgo le reafirmaba,era el mismo animal,había vuelto.
Todo pareció en aquel momento fruto de la casualidad;que ese mismo juez participara también en el curso de palinología forense;que el nuevo programa permitiera encajar las últimas técnicas de osteología; que ese caso todavía estuviera vivo en su cabeza,para completar el rompecabezas.
Entonces,los acontecimientos se precipitaron,las llamadas,las prisas.Sí, era cierto,se podría ofrecer justicia a personas desesperadas, torturadas por el dolor,resolviendo casos que acumulaban ya polvo y, lo más importante,dar caza al  depredador,impedir que otra víctima inocente fuese arrastrada a las tinieblas.
No iba a ser fácil,le vino a la memoria lo ocurrido esa mañana en el despacho del coronel Orcero.
__Detective...detective.
La palabra le había entrado como un latigazo en el oído y  le latía en su cabeza con cadencia pulsante.
__Detective,jaja,se cree usted uno de esos de las película.Suerte,eso es lo que tiene,suerte.
Mientras él permanecía de pie,el coronel,sentado,parecía humillado. 
__Pero le voy a decir una cosa,Arteche, aquí somos números y todo tiene que cuadrar ,como en matemáticas.Este es un cuerpo donde prima el rigor y la rutina,y comerse sapos grandes por un sueldo pequeño. Va muy deprisa y  esta vez se va a estrellar,son fantasías sin fundamento._
Rodeaba el aire con sus manos como una vidente charlatana a su bola de cristal.
__ Le ha reclamado el magistrado juez, ese al que habrá embaucado con el cuento de las coincidencias. Preséntese a él mañana a primera hora.Salgan esta misma tarde con ese cabo que parece su sombra, es el único que parece dispuesto a quemarse con usted._
 Haciendo una mueca arrojó sobre la mesa una carpeta azul.
__Son órdenes de la Central,ahí va todo.La cobertura se la dará la comandancia de la zona.Aun así,no olvide que sigo siendo su mando y que me debe informar._
En la ciudad,ya oscurecida, la tormenta había estallado con furia y una figura frente a su mesa le hizo regresar a la realidad.No recordaba haber visto nunca tanto atractivo en una mujer como la que se sentó delante de él.
__Capitán Arteche,lo que le voy a contar le interesa,aunque va a remover cosas que guarda en lo más profundo de su memoria.

MANUEL.

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