Historias para vivir

Dice una reconocida escritora que no digamos búcaro si queremos decir jarrón. Así que no diré yo carmesí si quiero decir rojo. No hablaré de avenidas ornadas de magníficas secuoyas si lo que tengo frente a mí es un huerto sembrado de manzanas arrancadas por la fuerza del viento o del olvido.
Pero cuando hablo de mis libros es otra cosa. A mi mente acude un sinfín de ampulosa retórica. Mis libros son un mundo aparte. Como seres dotados de  alma se yerguen con aire de suficiencia. Se saben importantes ,objeto de deseo, acariciados, gozados, lejos de la luz chirriante del ordenador. Ellos me sumergen en oasis de silencio, lejos de ruidos mundanos. Cuando los cierro me parece oír que de sus entrañas sale un lamento. De fuera me llega el caótico desorden en que vive el Hombre, atrapado en tormentas de codicia , de violencia, de ansiedad, el mismo hombre que soy yo cuando no leo. Y si tengo miedo, o ansiedad, o tristeza o, sencillamente, tiempo vuelvo a abrirlos. Entonces, como cajas de de confeti salen de entre sus páginas otras vidas, otros mundos no siempre brillantes, no siempre opacos, a veces aromas cromáticos verde mar, rosa fresa.
Tritón, el gato callejero que se cree persa, se contonea delante de mí, elegante, provocador. Se acerca, se acurruca a mis pies. Está celoso del libro que le escatima mis caricias. De vez en cuando le explico sin palabras que él, los libros, los discos y los vinos profundos, con carácter ocupan por igual la cumbre de mis objetos más preciados. No quiero más. Mi mundo lo he construido yo, está lleno de golpes y de carreras a ninguna parte y de tiempos muertos y de muertos. Pero he sobrevivido. Los libros, esos amigos, han sido el bálsamo.
Los Libros son alegorías, metáforas que nos permiten entender nuestra vida a través de las de otros. Los leo porque estoy vivo. Y para que me hagan  vivir yo los mimo, los acaricio, los ordeno alfabéticamente, les curo las heridas con que el tiempo y la humedad los taza. Algunos muestran su belleza, piel de seda, tierna ,piel piel. Otros altivos, decolorados pero henchidos de sabiduría. Todos ocupan un lugar preferente a sabiendas de que un día podrán ser desplazados por otros, los recién llegados. Así, junto a "El seductor" de Isaac Singer está J. Steinbeck con "Las uvas de la ira". Y en la "Canción del pirata" no es un cañón sino diez los que flanquean el Temido velero que Espronceda llama mi tesoro, la libertad. Junto a él Delibes descansa la fatiga  de "El camino" en el "Crematorio" de Chirbes.
El tiempo no deja huella en las historias que antaño nos contaban. El Capitán Haddock, amigo inseparable de Tintín, sigue despertando en nosotros la misma ternura por el cascarrabias que lanzaba contra los malos exabruptos que nos hacían sonrojar. Y qué decir del detective Montalbano nacido en la Sicilia de Camilleri con cuya astucia, humor e ironía no hay misterio ni engaño que se  resista.
Los libros... Me visten, me abrigan, me refrescan, me cobijan.. Los libros...me desnudan, me abren las entrañas. Me acercan al mártir y al verdugo y, a menudo, me recuerdan que yo  también soy culpable e inocente.
Es muy tarde. Apago la luz. Oigo un lamento, ¡ssschhh!, es hora de dormir...

Eva M-B


Comentarios

  1. Mucho mundo y muchos libros.

    P.D.: Acabo de descubrir el verbo tazar.

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