Sospecha

Hace tiempo que sospecho. Tantas excusas, tanto trabajo en los últimos meses me parece extraño.

¿Cómo es posible que no le suban el sueldo con la cantidad de horas que echa en la oficina?

Son las 10 de la noche y no ha llegado. El niño dormido en el sofá. El gato se ha subido meloso junto a él y no para de pasar el rabo por entre sus piernecitas.

Pensaba que cenaríamos los tres juntos. Hace tres horas que el niño cenó y nuestro plato está ya frío en la mesa esperando a que llegue ella.

Mordisqueo una manzana para frenar un poco el hambre.

Mañana buscaré en el ordenador un detective. El más cercano que encuentre.

¿Qué está pasando entre nosotros?

Recuerdo esas tardes de invierno en el jardín, con una taza de café caliente en las manos, tapados con una manta, acurrucados y recibiendo el aire fresco que nos daba en la cara. Pasábamos horas y horas sin darnos cuenta. Charlando o en silencio. Era tan bonito.

Recuerdo también cuando estábamos en la cumbre de esa montaña abrazados y deleitándonos con el maravilloso paisaje. En pocos momentos donde el sol brillaba intensamente se cubrió con una nube negra provocando una intensa tormenta. Nos calamos hasta los huesos y bajamos por la ladera riendo, saltando y besándonos en cada parada. Allí me dijo: -"Con esta mojada se nos va a resfriar el bebé" - ¿Seremos padres?- ¡Qué maravilla!

Aquella noche, en el hotel, a espaldas de Valeria, le pedí al camarero que nos llevara a nuestra habitación una botella de champán y un cuenco de fresas.

Estábamos desnudos cuando llamaron a la puerta. Ella dijo: "Voy yo"- Se cubrió el cuerpo con la sábana y fue a abrir. Sus ojos humedecieron de sorpresa y alegría. Dejó la bandeja en la cómoda, cogió una fresa y se la puso en los labios, se acercó a mi para compartir esa fresa hasta fundirnos en un interminable beso.

Cuando yo llegaba a casa Valeria ya había recogido a Luís de casa de los abuelos y me recibían con besos y abrazos nada más asomar por la puerta. Ahora soy yo el que recojo al niño porque ella dice que llegará tarde. Y tarde llega desde hace varios meses disimulando una sonrisa visiblemente forzada.

Todo ha cambiando poco a poco.

Valeria está cada vez más ocupada con su trabajo, o al menos eso es lo que me dice a mi.

La noto ausente cuando le hablo. Sus besos son más fríos y su mirada esquiva y perdida.

Antes era tan divertida. Tan alegre y a la vez romántica. Le decía a su amiga Brígida que yo estaba "cañón" e iba a ligarme. Pues sí, me ligó. Me enamoré como un colegial.

¿Dónde está aquella chica? Hace meses que no es la misma. Dice que todo va bien, que su preocupación es el trabajo, pero...No es ella. Sospecho que algo va mal.

Mañana buscaré un detective, el más cercano que encuentre.


Mari Carmen Olmos

Comentarios

  1. Es un relato que se lee con facilidad , sencillo con un fin tristemente predecible. Me traslada a esas tardes de películas sabatinas con actores guapos y bellos paisajes, pero me temo que se avecina la tormenta..oh, oh..

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