Última llamada

Ella fingía no mirar.

Los perfumes de alta gama se alineaban en las estanterías. Los frascos parecían tallados como piezas de escultura. Serían el reclamo perfecto para aliviar la espera. El vuelo de las 11,40h con destino Milán sufriría un retraso de 2 horas. El tiempo se llenó de olores.

El corazón del aeropuerto palpitaba. Voces, avisos de puertas de embarque, entrechocar de vajillas en las cafeterías de papel, "última llamada para…", carreras, bullir de gentes. Cerca unos dedos torpes hacían sonar las teclas de un piano de cola. De fondo la megafonía, machacona, recordaba a los pasajeros que no descuidasen sus pertenencias. -"Siempre hay buitres de verano al acecho" –pensó María

Arrastraba su maleta de cabina. A su paso iban quedando trocitos de la goma raída de las ruedas Atenta, invisible, deambulaba por los pasillos yendo de una tienda a otra. Una especie de placer sensual se apoderaba de ella al tocar aquellas prendas "duty free" a precios imposibles. Las descolgaba. Se acercaba al espejo y frunciendo apenas los labios se miraba ladeando la cabeza. Temiendo que la vendedora se le acercase esbozaba una sonrisa y la colgaba de nuevo en su percha.

Fue entonces. Sintió el impulso de lo prohibido, siempre atractivo. Volvió a la perfumería. La megafonía repetía cansina sus advertencias. Buscó un espacio vacío. Descubrió el perfume más caro. Mezclados, enredados, los probó, gotas dulces, afrutadas, madera en la misma muñeca creando una especie de cacofonía de olores. En la estantería quedaron todos menos uno. Con pericia de prestidigitador deslizó el frasco por la manga del abrigo quedando atrapado a la altura del codo. No era la fragancia más envolvente, era la más cara. Era su conquista .Arrastró de nuevo su maleta y siguió su vago caminar.

Cuatro retinas habían observado sus movimientos y como si fueran una punta de flecha le cerraron el paso. Un hombre, una mujer -policía- le dijeron. No pudo, no quiso leer .Le pidieron que los acompañara. El cuarto, apenas iluminado dejaba ver cientos de objetos perdidos, robados, en sucio desorden. Le preguntaban y , sin saber qué, ella respondía. La cachearon, le abrieron la maleta. En su interior un pequeño neceser, un pijama. Unos pendientes de oro en su estuche aún precintado y una camisa con etiqueta de Prada. Firmó, pagó con tarjeta, y se alejó. Alguien tocaba en el piano una conocida Sinfonía . Sintió que al pasar junto a ella la gente la miraba, había dejado de ser invisible, oía sus burlas, notaba cómo la vergüenza la iba desnudando. Sus ojos se nublaron y el eco de las voces que la señalaban le impidieron oír "última llamada para ... ,del vuelo 507 con destino Milán". Allí ya nadie la esperaba.

E M-B

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