El último

Era bien entrada la madrugada. Las dos personas en la cama se daban la espalda, resentidos. Solo se escuchaba el reloj de péndulo, marcando el ritmo de pensamientos irritados de cada uno.

 

— ¿Seguro que no has sido tú? —dijo el hombre—. No pasaría nada.

— Ya te he dicho que no, Mariano. No seas pesado y duérmete —respondió la mujer.

— Pues alguien ha tenido que ser —dijo el marido con un bufido—. Solo estamos tú y yo.

— Pues habrás sido tú, joder.

— ¡¿Cómo?! Lucía, yo no he sido, me acordaría y no me acuerdo.

— No me vengas con esas, Mariano. La semana pasada bajaste tres veces por agua y tres veces subiste sin ella. Siempre se te olvidan cosas. Tú revisas la comida estos días, seguro que lo utilizaste o te lo comiste en algún momento. Déjalo estar. Mañana bajamos y cogemos más, no te calientes tanto la cabeza —dijo Lucía tajante.

— Es que era lo último —comentó en voz baja el hombre—. No hay más.

 

Lucía se levantó de la cama de un salto, empujada por el cansancio y el enfado, incrédula. En la cocina se escuchaba la estática de la nevera y el sonido del generador de energía, que ronroneaba mientras terminaba con las reservas de gasolina. Abrió la nevera y la luz le sorprendió en los ojos, blanca, fría y vacía.

 

— No queda nada —la voz de Mariano sobresaltó a Lucía, sacándola de un vago recuerdo de desesperanza—. Me hubiera gustado hacer algo con el último, ponerle un poco de fruta que recogemos o echarlo a un bizcocho para los dos.

— Solo era un yogur, Mariano, no te preocupes, mañana bajamos a buscar más —Lucía lo apretó contra su pecho, sintiendo sus cuerpos delgados y el contraste del frío con el calor de su marido.

— Tampoco queda nada de comida allí, me sorprendió encontrarlos cuando bajamos al supermercado, el paquete no estaba hinchado, sé que usamos algunos, pero ya no recuerdo bien —dijo envolviéndose en el abrazo—. Solo nos quedan cuatro raciones de viaje para cada uno. Nos tendremos que volver a mover.

— Volvamos a la cama, mañana pensamos qué hacer —concluyó Lucía con voz dulce, apagando el generador.


Pablo

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