El re-encuentro

RE-ENCUENTRO

Hacía una maravillosa tarde de primavera, de esas en que te inunda el olor de las plantas, que notas cómo el aire fresco te eriza un poquito el vello, a pesar de haber sido precavida y llevar una chaqueta. Quizás influyera también que estaba algo nerviosa y que había elegido una minúscula y acogedora terraza en una tetería en mitad del barrio del Albaycín, donde llegaba mejor el frescor de los Jardines del Generalife y la brisa que bajaba de las cumbres, aún con nieve, de Sierra Nevada.
Continuaba allí sentada esperando que él llegara, me sentía un poco nerviosa ante el inminente encuentro. Mi impaciencia empezaba a pesar, así que me decidí a pedir un té pakistaní con leche y un surtido de dulces árabes.
Estaba comenzando a comer esos manjares cuando apareció por la puerta. Ahí estaba él, con su pelo negro rizado iluminado por ese sol del atardecer, su figura alta y esbelta y esa forma de andar tan reconocible y cercana. Me levanté como un rayo y casi me atraganto con un trocito del Cuerno de Gacela. ¡Mal comenzó este reencuentro!
—Muy buenas tardes, Clara, ¿puedo darte un abrazo? —preguntó Manuel.
—Ya estás tardando en dármelo— le contesté.
Al abrazarme con fuerza, entendí que, por mucho tiempo y distancia que pusiéramos entre nosotros, esa conexión seguiría existiendo. Aunque ahora mismo me sentía pequeñita y débil entre sus brazos fuertes, que me rodeaban con facilidad. Yo siempre había intentado ser, o al menos parecer, una chica fuerte, independiente, segura de sí misma, ¡pero mis creencias y mi naturaleza estaban tambaleándose con solo un abrazo! —Siéntate y tómate un té. Yo me he atrevido a pedir un surtido de dulces para compartir, si te parece bien. —Sentí mis mejillas rojo bermellón al notar su mirada en mí. —¿Tú qué estás tomando? — preguntó con ese tono divertido y algo de coqueteo que tanto me gustaba. —Es un paquistaní con leche, pero creo que a ti te gustará más el Sueños de la Alhambra que es más floral. —Perfecto, entonces pediré uno y los compartimos, ¿te parece? —Me parece maravilloso, en realidad estuve dudando entre los dos al pedir. Mi corazón seguía palpitando muy fuerte y rápido impidiéndome ser objetiva. Para intentar que esa situación no me desbordara, comencé a poner en práctica algunas claves aprendidas de la meditación. El diálogo surgió fluido, mucho más agradable y distendido de lo que suponía que pasaría. Y de repente un ruidoso trueno sonó, en segundos comenzó un aguacero. Ambos nos levantamos de un salto y salimos corriendo hacia el interior huyendo de la tormenta. Nos miramos fijamente y supimos que queríamos quedarnos con aquel recuerdo. Era uno de esos momentos que quieres plasmar en una fotografía, de esas que imprimes y colocas en un lugar predilecto de tu casa. En el fondo somos muy Boomers. La noche aún no había terminado…

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