Hombre de palabra



Ya no recordaba desde cuándo estaba aquella fotografía sobre la repisa de la falsa chimenea. Ella sí. A ella la rabia le teñía de rojo las mejillas cada mañana cuando intentaba, sin conseguirlo, esconderla detrás de las flores de plástico. Él le había contado muchas veces una historia, la de aquellos hombres que pronto habrían de alcanzar la línea que los separaba de la libertad; habían huido juntos como felinos, envueltos en la densa oscuridad, dejándolo atrás, traicionado.

Allí quedó abrazado a la negra niebla mientras esperaba el silbido con el que burlarían al verdugo. Y los vio partir. Nunca supo nada de ellos...

Eso le contaba.

Sólo él sabía que aquella historia era falsa como la chimenea, como las viejas flores de colores apagados bajo el peso del polvo.

¿De quiénes eran aquellas caras? ¿Quién les había hablado de otra vida llamada libertad?

El tiempo y la demencia hicieron que olvidara la verdad, su traición. Olvidó sus nombres. Uno a uno, todos amigos, todos. Al compañero que sonreía a su izquierda el fogonazo de la cámara le hizo cerrar los ojos. No pudo ver lo que sucedería esa noche. Tampoco su hermano, arrodillado a los pies del muchacho, casi niño, mostraba una cruz sobre el pecho desnudo. El resto, entre abrazos húmedos, levantaba la jarra de vino. El último. Como en la última cena.

Ninguno de ellos volvió a brindar, ni a sonreír, ni a llorar.

Cuando la fatiga del día y los años daban tregua a sus débiles piernas el viejo se sentaba frente a la fotografía y sosteniéndoles la mirada se dejaba atrapar por el sueño. Era el sueño el que le ponía frente a la verdad, ordenando las secuencias del pasado, imágenes que la luz del día le hacían deformar a capricho.

Quién, sino él, les dijo que se adelantaran,

-"En seguida me uno a vosotros, voy a despedirme de Leño..."- Pero no se unió. Vendió el secreto a sus perseguidores:

- "Con las primeras sombras del atardecer, cinco hombres avanzarán hasta la línea del bosque. Los reconoceréis. Es la hora en que los buitres planean las tierras en busca de vísceras aún calientes que comer. Lo prometido es deuda. A cambio, mi moneda, la libertad."-

La tarde era ya noche cuando el viento le trajo el eco de los disparos: uno, dos, tres... así hasta cinco. Silencio. El sexto, un aullido de dolor.


Ya no recuerda desde cuándo retumba en sus oídos el sonido de la traición al despertar. Quiere enterrarla, pero no puede. Morirá con él, hombre independiente, hombre de palabra.

Eva M-B

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