El flequillo

EL FLEQUILLO (1 Persona)

Desde que la vi entrar en el salón ya sabía que me daría problemas, es algo que intuyo muy a menudo.

Debería estar contenta porque esta "señora de alto rango" se ha dignado a pisar mi peluquería por primera vez, pero en realidad no me hace gracia que tuviese que buscar un hueco inexistente para atenderla cuando me pidió cita, como favor. Su estilista de toda la vida no la podía arreglar.

Con las exigencias de que fuese yo personalmente quien la atendiera (no le valía nadie de mi equipo) 20 minutos de retraso con esta nueva clienta sólo en el lava-cabezas. No paraba de gruñir, quejarse y hablar por bajines.

¡Qué paciencia hay que tener! Fue llegar al flequillo de cuatro pelos. Ya no quedaba lugar donde ponerlo que a la señora le gustara y después de media hora, con los nervios de punta, viendo que se me amontonaba el trabajo y no salía de ahí... le di el peine y le dije: "Hazlo como tu dices que te gusta, yo no estoy concebida para hacer milagros" y me fui a otro tocador a seguir trabajando. ¡Se me fue la paciencia!


EL FLEQUILLO (2 Personas)

Desde que la vi entrar en el salón ya sabía que le daría problemas, es algo que intuyo simplemente con verle la cara a mi jefa.

Debería estar contenta porque esta "señora de alto rango" se había dignado a pisar la peluquería por primera vez, pero sé que no le hizo gracia que tuviese que buscar un hueco inexistente para atenderla cuando le pidió cita, como favor. Su estilista de toda la vida no la pudo arreglar.

Encima con las exigencias de que fuera mi jefa quien la atendiera (no le valía nadie del equipo) Llevábamos 20 minutos de retraso con esta nueva clienta sólo en el lava-cabezas. No paraba de gruñir, quejarse y hablar por bajines.

¡Qué paciencia tiene mi jefa! Fue llegar al flequillo de cuatro pelos. Ya no quedaba lugar donde ponerlo a gusto de la señora y después de media hora viendo que se le amontonaba el trabajo y no salía de ahí... no tuvo más remedio que darle el peine y decirle: "Hazlo como tu dices que te gusta, yo no estoy concebida para hacer milagros" y se fue a otro tocador a seguir trabajando. ¡Se terminó su paciencia!


EL FLEQUILLO (3 Personas)

Desde que la vimos entrar en el salón ya sabíamos que daría problemas, es algo que sentimos todos en ese momento.

Debería estar contenta la peluquera porque esta "señora de alto rango" se había dignado a pisar su peluquería por primera vez, pero sabíamos que no le haría gracia que tuviese que buscar un hueco inexistente pidiéndonos a nosotros el favor de esperar. Su estilista de toda la vida no la podía peinar.

Y encima con exigencias de que fuese la dueña quien la atendiera (no le valía nadie de su equipo) 20 minutos de retraso (que nos afectó a los demás) con esta nueva clienta sólo en el lava-cabezas. No paraba de gruñir, quejarse y hablando por bajines

¡Qué paciencia tiene la peluquera! Fue al llegar al flequillo. Ya no quedaba lugar donde poner esos cuatro pelos y que le gustase a la señora.

Después de media hora, todos vimos que se amontonaba el trabajo y no salía de ahí. Le entregó el peine y le dijo: "Hazlo como tu dices que te gusta, yo no estoy concebida para hacer milagros" y se fue a otro tocador a seguir trabajando. ¡Por fin! ¡Qué paciencia!

Mari Carmen Olmos








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