Iguales.

Mi querido Anxo:

La vida abandona mi cuerpo a una velocidad mucho mayor de lo que me gustaría, pero ya no puedo hacer nada por evitarlo. Ni todos los prodigios de la ciencia, ni la genética, ni incluso la robótica que te trajo hasta mí han sido capaces de salvarme, y sé que, si me comprara un cuerpo nuevo, terminaría por padecer la misma clase de mal que me está carcomiendo ahora. Parece que siempre habrá plagas que no podamos derrotar y siempre habrá muerte, por mucho que nos empeñemos en combatirla.

Pero no me iré triste. A lo largo de esta última década, tú has sido mi razón fundamental para despertarme cada mañana, la motivación para pensar en el futuro y el remedio a cualquier problema. Tu sonrisa ha sido lo último que he querido ver cada noche al apagar la luz de la mesilla, tus ojos lo único que quería encontrarme en la multitud. Cuando he tenido una alegría en la vida, era contigo con quien estaba deseando compartirla; y cuando han surgido las malas noticias, como ahora, no podía perder tiempo en que las supieras.

Porque, al fin y al cabo, tú has sido mi compañero de vida, y me da igual si las leyes están en contra de lo que sentimos o si, de cara a los demás, aún tienes que hacer el papel de un criado robot. En casa, tú y yo somos iguales, humana y androide ―no esa palabra tan espantosa, robot, que ya sé cómo la odias y con motivos―… anciana e inmortal… obstinada y paciente hasta límites insospechados. ¿Cómo puedes ser tan bueno? ¿Cómo has llegado a conocerme tan bien y a aportarme tantas cosas provechosas en este tiempo?

He oído auténticas barbaridades sobre nuestra relación, porque la gente no llega a comprender que para amar no hace falta carne, ni mucho menos genitales. Amar es una cuestión de pararse a escuchar a la otra persona, de necesitar sus palabras todos los días y de que no haya secretos entre los dos. Tú sabes bien lo que pasó en mi vida antes de conocerte, y yo sé que te compré en un supermercado con la intención de que limpiaras la casa e hicieras la comida después de que muriera mi Juan Antonio.

¡Cómo iba a pensar que eras una criatura tan inteligente, tan sensible! ¡Cómo imaginar que escondías un corazón de oro debajo de tu caparazón de fibra de vidrio y de ese rostro holográfico! Muchos no lo ven, no son capaces de distinguir a tu yo verdadero, pero eso nos da igual a nosotros, nunca hemos necesitado su beneplácito.

Somos libres, nos queremos y el resto no importa. Somos el fuego que aún arderá cuando se haya acabado el mundo. Somos el futuro, no el pasado rancio que defienden quienes nos critican.

Gracias por todo lo que me has dado. Estar a tu lado ha sido un privilegio. Eres una persona fantástica, que nadie te quite esa idea de la cabeza. Tú eres Anxo Baz y lo serás siempre, ya lo he arreglado en mi testamento: nunca nadie podrá volver a llamarte N26R–modelo T. Ese es tu antiguo yo, no tu mañana.

Y quiero que corras, que sueñes, que aprendas a tocar mil instrumentos musicales y recites de memoria toda la poesía europea del siglo XIX. Que vivas plenamente, como los humanos, porque te lo mereces. Porque tienes un alma muy bonita y nadie, si te conozco lo más mínimo, te la podrá arrebatar.

Me despido con el calor que noto en mi vientre, y que se corresponde con el lugar donde pusiste tu mano cibernética. Ese punto nunca se enfriará, por siglos que pasen sobre mi cuerpo, igual que no lo hará mi memoria de todo lo que hemos vivido.


Te quiere y te querrá siempre tu amante esposa clandestina,

Pandora.



Comentarios

  1. Respuestas
    1. ¡Muchísimas gracias! Me alegro de que te haya llegado un poquito esta historia. Un abrazo fuerte.

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  2. Es muy original el destinatario del amor. Además, te pones en la piel de la mujer y anciana, lo que es un buen giro (esperamos identificación de género con el autor, normalmente). Y el nombre del androide es genial!!!

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