SEIS

PRIMERA PERSONA
Confieso que me olvidé del flequillo… tengo que rehacerlo todo, y es ya la… ¿cuántas van? ¿La quinta vez?, porque si no es por el flequillo, es por el punto cruzado, y si no por el hilo, o porque confundo una pata con un asta, o pongo algo bocabajo, o confundo los tamaños o las proporciones, pero este maldito tapiz no se deja terminar y me tiene enganchada cada día desde hace ya tres años… pero, fue una promesa y las promesas se cumplen, se tarde lo que se tarde, ¿verdad?, no es cuestión del tiempo que tarde, porque a ella ya le da igual… en el fondo debería  saber que esto pasaría… debería haberlo sabido, y cuando me hizo prometer lo del tapiz… ¡este maldito tapiz… que me toca rehacer de nuevo, cuando ya casi… ya casi estaba terminado… ya casi podía soltarlo y dejarlo ir y ocuparme de otras cosas… pero el flequillo no acaba de encajar y tengo que rehacerlo todo, no puedo dejarla ir…


SEGUNDA PERSONA
Tú sabes que me gustaban mucho los animales y elegiste ese dibujo tan bonito con ciervos, conejos, zorros y ranitas, y cada vez que lo repites perfeccionas y mejoras y embelleces algo que ya no voy a usar, lo sabes, y lloras… lloras tanto que a veces no consigues ver lo que estás haciendo, no ves tus manos, no ves las tijeras y acabas con las manos destrozadas, y parece que no te importa hacerte daño, que te gusta el dolor y te gusta cuando, casi terminándolo, descubres que hay algo, porque siempre hay algo, que no está bien, que no puedes dejar ese tapiz tal como está, aunque todas las veces, las seis veces, ha estado bien, porque… sabes que me gustaban  los animales y que un día te pedí, ni yo lo recordaba, que me hicieras uno para mí, para mi habitación, y tú me apretaste la mano y me dijiste: "Prometido"


TERCERA PERSONA
Ella hizo la promesa como quien lanza un sortilegio, y lo sintió así en su interior, donde la promesa del tapiz era suficiente para sellar un acuerdo con dios, o con quienquiera que se encargue de administrar las vidas, pero sin saber que nadie ni nada más estaba firmándolo, y sin saber la realidad, empezó esa misma noche a tejer el primero de ellos, el más doloroso, porque antes de poder terminarlo su pequeña cerró los ojos y soltó todo el dolor, todo el sufrimiento, todo, hasta la vida, y no se quedó para ver el tapiz en su habitación, tan bonito, tan hermoso, con sus animales y sus bonitos colores, con un suave y gracioso flequillo colgando en la parte de abajo, por el que hubiese podido deslizar su lindo dedo para hacerse cosquillas, e incluso hubiera podido jugar a las peluqueras y cortar una esquina, un trocito nada más… y ella jamás se habría enfadado, porque el tapiz no era lo importante…


María López Sariñena (Reto de Abril)

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