El telegrafista


—... y lo queremos todos, salir sin llaves por que la puerta pueda dejarse abierta. Mirad, cuando miramos entregados a otra persona lo hacemos mirándola con los ojos a los ojos, cuando tocamos a otra persona lo hacemos con las manos y muy a menudo a las manos, cuando besamos a otra persona lo hacemos con la boca y el beso definitivo es en la boca; esta ecuación gestual, estas interacciones, no hacen regla, pero nos pueden sugerir formas de comunicación afectivas efectivas. ¿Me seguís? La observación y el análisis nos revela verdades que luego habrá que describir de forma científica, ¡pero eso se hace luego!, la cosa funciona así: de la realidad a la ciencia y no de la ciencia a la realidad, ¡¿entendido?!

Los alumnos atendían embobados las palabras del profesor Arcaniz, llamado el telegrafista por su tic en el dedo índice. Arcaniz llevaba años repitiendo el mismo discurso motivador, con el que generaciones de estudiantes tras la gran hecatombe eran ungidas, había creado más que una escuela una legión, y sus apariciones acababan con la arenga: ¡¿qué somos?!, y los alumnos respondían: ¡telegrafistas, telegrafistas, telegrafistas!, levantando la mano derecha y moviendo el dedo índice.

Pasó que en su postrero discurso, tras las últimas palabras de Arcaniz, se levantó un joven, y con los brazos cruzados a la altura del pecho y más echado hacia atrás que recto, gritó — ¡Gran telegrafista, lleva haciendo el mismo discurso año tras año, lustro tras lustro, decenio tras decenio, durante más de cinco siglos y es estúpido, pomposo pero estúpido...! El murmullo creciente que desde que se incorporó el perturbador fluía, se convirtió en bronca, y cientos de gritos de desaprobación cubrieron al impertérrito, que clavaba ahora en silencio la mirada en Arcaniz.

El telegrafista levantó la mano izquierda con la palma abierta y todos callaron, al bajar el brazo habló:

— ¿Si crees que soy estúpido y pomposo por qué estás aquí?

— Por que sé quien eres, vengo del mismo sitio que tú y es hora de dejar a esta gente en paz, sé lo que quieres.

Al telegrafista se le blanquearon los ojos desapareciéndole las pupilas, al disruptor le temblaban los dedos índices y una lengua de vapor fluyó de sus oídos, ambos empezaron a elevarse y cuando alcanzaron los tres metros de altura, se fueron aproximando lentamente en el aire. Todos abandonaron el anfiteatro sin mirar atrás, aterrados. El evento se retransmitía en directo para todo el mundo: "fallo en el sistema", apareció las frase en todas las pantallas cesando la emisión.

Toni Díaz.



Comentarios

  1. Formalmente el conjunto me resulta farragoso. A mi modo de entender es una alusión a los mensajes complicados y fatuos con que son atraídas las masas por la fuerza dialéctica de predicadores y charlatanes...convencen con palabras ininteligibles cargadas de un poder de atracción peligroso para ,después de manipular, desaparecer y dejar sembrado el engaño

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