Fin
La profesora de Escritura creativa avanzada blandía un tocho de cien páginas en cuya portada se podía leer "erase una vez un libro", paseando silenciosa y lentamente por el aula y mirando al suelo. —Siempre sorprendes Antonio, —dijo de pronto levantando la cabeza mirando al infinito, —y como siempre sorprendes ya dejas de sorprender. Los quince protoescritores que formaban el alumnado cabizbajearon, pero Antonio, el autor, con un gesto de disconformidad levantó la cabeza y contestó a la profesora, y de la conversación que surgió entre Antonio y profesora doy testimonio ante el juez. —Comience, —dijo el juez. — A continuación leeré la transcripción del diálogo según sucedió, le hago entrega del pendrive con la grabación de la clase donde consta, —y el abogado empezó a leer el diálogo:
— Profesora Finín, ¿qué es lo que no le gusta exactamente de mi libro? Su crítica, entiendo que es, que soy previsible, pero eso es tener estilo, según nos dice en las clases, es mear y dejar la huella. Eso nos dice.
—Tienes mucha cara Antonio, uno puede hacer una excentricidad cuando está de vuelta, y tú aún no has ni empezado el camino. ¿Quieres que lo diga en voz alta? Tu libro se compone de la repetición siete mil doscientas sesenta y cuatro veces de la palabra FIN, sin más. Tu libro consta del título: érase una vez un libro, y después FIN, FIN, FIN, FIN, miles de veces. ¿Quién te has creído que eres?
—Bueno Finín, usted nos dijo que hiciéramos durante el verano un libro de corte existencialista, a lo Strindberg, y nos ha jodido el verano, nos ha jodido el verano a todos, hemos estado mustios, y a mí no se me ocurría otra cosa que la palabra fin, que el concepto fin, como par del concepto principio, porque entendí que principio es lo mismo que fin, estamos en la puta nada, Finín, vamos a morir, hagamos lo que hagamos, así que fin, fin, fin, miles de veces.
—Disculpe, —dijo el juez, —no siga leyendo, no entiendo qué utilidad tiene esto para el juicio, así que el material estará disponible para el jurado, pero no nos va a hacer perder más tiempo.
—Señor juez, disculpe, creo que el testimonio de Antonio viene a cuento. Se está juzgando la llamada al suicidio de esta profesora durante las clases, un veinte por ciento de su alumnado desde hace cinco año, se ha quitado la vida, esta conversación refleja su influencia en el ánimo de estos jóvenes escritores.
—No siga por ese camino abogado, o presenta pruebas contundentes o cambia de rumbo, llevamos dos meses con esto, hemos apartado a la profesora Finín de las clases y los suicidios siguen produciéndose.
Desde el banquillo de los acusados, Finín clavó la mirada en el abogado, y este por primera vez, por descuido, -ya se lo habían avisado-, quedó prendado de sus claros y fríos ojos azules, y se vistió de silencio y el tiempo pareció detenerse y entendió que el final le había llegado.
Toni Díaz
Qué bueno! La clave está en el FIN... Genial.
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