La caja mágica
Había un rey al que al que le gustaban mucho los libros, pero era muy viejo y estaba casi ciego.
El rey convocó a dos hombres a su castillo y les dijo lo siguiente:
-Vasallos, me queda un año de vida por una enfermedad degenerativa y os he elegido para estar conmigo hasta el último suspiro.
-Majestad, qué puede hacer un humilde bibliotecario aburrido como yo por vos. -Dijo Pedro.
-Muy fácil, tienes que leerme mis diarios de guerras, amoríos y aventuras.
- ¿Y a mí?
-Antonio eres el monje escribano, el mejor contador de historias del reino, tu escucharas conmigo a Pedro y le darás forma a mi libro tiene que ser un estilo de héroe legendario, que sea admirado por la eternidad.
-Con mi debido respeto, he de iniciar mi perenigraje a Santiago para dejar los santos manuscritos, Pedro puede escribir un buen ejemplar. -Dijo Antonio.
-Tu lujuria te excomulgo, creías que no me iba a enterar en mi propio reino.
¿Y yo? (dijo Pedro con la voz temblorosa).
-Tú no tienes vida, Pedro. Moriréis los dos conmigo y mis secretos. No hay más que hablar, al amanecer con pluma y tinta, llevarlos a su celda.
Pasaron la noche en vela cavilando como librarse de tal oscuro destino.
A la mañana siguiente se presentaron junto al Rey.
-Majestad, sólo hay una forma mágica de asegurarse la eternidad en sus hazañas-dijeron al unísono.
¿Cómo? -digo el Rey emocionado.
Entonces sacaron una caja misteriosa con una luciérnaga dentro, mientras Antonio contaba los relatos con una voz tan expresiva que se ponían los vellos de punta, Pedro que sabia el arte de las sombras, con las manos en frente de la luz de la caja representaba reflejado en la pared todos los relatos. (Con lo poco que veía el Rey quedo maravillado al igual que el resto de la corte).
-Pero esto no se puede guardar como un escrito-Preguntó el Rey.
-Afirmativo-dijo el monje-En los escritos antiguos de Santiago muestra cómo y yo los robe.
-Leérmelo Cardenal Roberto.
-Sorprendido grito¡ Están en piel de cabra escrito con sangre!
-Si, es la sangre de Jesús. Dijo Antonio.
-Continuo, si mezclas la hierba mágica alcándara que nace en el hielo de tierras del norte con ceniza del Danubio en tierras del sur, al tomarlas juntas todo relato e imágenes contadas quedaran en la caja mágica por la eternidad para poder reproducirlas a placer.
-¿Y cuánto tardaríais?
-Cuatro meses, como mucho.
-¿Dara tiempo? Pregunto al médico real.
-Si
-Comenzad de inmediato…
Pero nunca volvieron, mandaron otra expedición que encontraron sus ropajes llenos de sangre.
Les salió el plan redondo, en realidad el monje siempre guardaba una piel de animal y la sangre era del bibliotecario, al Norte fueron, pero a dejar estratégicamente sus ropajes, a la vuelta pararon en Edimburgo en donde predicaba Tomas hermano de Antonio que los embarcó a las Américas en donde crearon una hermosa familia y una gran fortuna literaria en todos sus libros mencionaban al Rey pero como un mezquino cobarde, huraño y claro, incrédulo e ignorante tanto que paso sus últimos días hablándole a la caja.
Lectores, si conseguís evocar el conjuro podréis escuchar la verdad de aquel pobre Rey; suerte…
El rey convocó a dos hombres a su castillo y les dijo lo siguiente:
-Vasallos, me queda un año de vida por una enfermedad degenerativa y os he elegido para estar conmigo hasta el último suspiro.
-Majestad, qué puede hacer un humilde bibliotecario aburrido como yo por vos. -Dijo Pedro.
-Muy fácil, tienes que leerme mis diarios de guerras, amoríos y aventuras.
- ¿Y a mí?
-Antonio eres el monje escribano, el mejor contador de historias del reino, tu escucharas conmigo a Pedro y le darás forma a mi libro tiene que ser un estilo de héroe legendario, que sea admirado por la eternidad.
-Con mi debido respeto, he de iniciar mi perenigraje a Santiago para dejar los santos manuscritos, Pedro puede escribir un buen ejemplar. -Dijo Antonio.
-Tu lujuria te excomulgo, creías que no me iba a enterar en mi propio reino.
¿Y yo? (dijo Pedro con la voz temblorosa).
-Tú no tienes vida, Pedro. Moriréis los dos conmigo y mis secretos. No hay más que hablar, al amanecer con pluma y tinta, llevarlos a su celda.
Pasaron la noche en vela cavilando como librarse de tal oscuro destino.
A la mañana siguiente se presentaron junto al Rey.
-Majestad, sólo hay una forma mágica de asegurarse la eternidad en sus hazañas-dijeron al unísono.
¿Cómo? -digo el Rey emocionado.
Entonces sacaron una caja misteriosa con una luciérnaga dentro, mientras Antonio contaba los relatos con una voz tan expresiva que se ponían los vellos de punta, Pedro que sabia el arte de las sombras, con las manos en frente de la luz de la caja representaba reflejado en la pared todos los relatos. (Con lo poco que veía el Rey quedo maravillado al igual que el resto de la corte).
-Pero esto no se puede guardar como un escrito-Preguntó el Rey.
-Afirmativo-dijo el monje-En los escritos antiguos de Santiago muestra cómo y yo los robe.
-Leérmelo Cardenal Roberto.
-Sorprendido grito¡ Están en piel de cabra escrito con sangre!
-Si, es la sangre de Jesús. Dijo Antonio.
-Continuo, si mezclas la hierba mágica alcándara que nace en el hielo de tierras del norte con ceniza del Danubio en tierras del sur, al tomarlas juntas todo relato e imágenes contadas quedaran en la caja mágica por la eternidad para poder reproducirlas a placer.
-¿Y cuánto tardaríais?
-Cuatro meses, como mucho.
-¿Dara tiempo? Pregunto al médico real.
-Si
-Comenzad de inmediato…
Pero nunca volvieron, mandaron otra expedición que encontraron sus ropajes llenos de sangre.
Les salió el plan redondo, en realidad el monje siempre guardaba una piel de animal y la sangre era del bibliotecario, al Norte fueron, pero a dejar estratégicamente sus ropajes, a la vuelta pararon en Edimburgo en donde predicaba Tomas hermano de Antonio que los embarcó a las Américas en donde crearon una hermosa familia y una gran fortuna literaria en todos sus libros mencionaban al Rey pero como un mezquino cobarde, huraño y claro, incrédulo e ignorante tanto que paso sus últimos días hablándole a la caja.
Lectores, si conseguís evocar el conjuro podréis escuchar la verdad de aquel pobre Rey; suerte…
Fernando G.G.
Comentarios
Publicar un comentario
Tu oipinión es importante. Déjala aquí.