Apocalipsis Ángeles Fernández

APOCALIPSIS O NO
El tiempo había ido cambiando gradualmente, poco a poco casi imperceptiblemente, pero gota a gota se llena un vaso y eso es lo que había pasado.
Aquí nunca había llovido mucho, pero siempre habíamos tenido inviernos con algo de lluvia, la suficiente que nos proveía para el riego, recargaba los acuíferos, limpiaba y refrescaba la tierra, pero hacía ya más de cinco años que no caía ni una sola gota de agua.
Ese día el sol lucía abrasador como siempre y como cada mañana desde hacía meses salí y miré al cielo, buscando cualquier minúscula pequeña nube que nos trajera esa lluvia deseada y anhelada.

Mi tierra, la que mi abuelo cuidaba con tanto mimo, se estaba convirtiendo en un desierto. Los pozos, gradualmente se habían ido secando; sus entrañas morían de sed.
Aquellas nubes que antes susurraban lluvia ahora sólo ofrecían silencio, era desgarrador ver la agonía del campo, ese campo que cada día estaba más seco como un viejo pergamino perdido en el desierto.
Deseaba que llegara ese agua como jamás nunca había deseado algo. El maldito cambio climático me estaba llevando a la desesperación. Todo lo que habían construido mis padres y mis abuelos se desmoronaba como un castillo de naipes.
Menos mal que mi hijo Marcos no había querido seguir con el negocio familiar y había estudiado una buena carrera universitaria. Al menos él tendría un futuro mejor…aunque si esto seguía así, el problema sería alimentar a esta maldita humanidad que no cuidaba el planeta que le da de comer.
Marcos, me había dicho que ese día venía a visitarme y que traería una sorpresa. La sorpresa me daba igual; hacía mucho que no lo veía y para mí, lo importante era su visita.
A lo lejos vi cómo se acercaba un camión. Pronto se detuvo a mi lado y ante mi asombro, mi hijo bajo de un salto
- ¡papá que alegría verte! ¿cómo estás?
 Nos fundimos en un abrazo, recuperando los abrazos perdidos en los últimos meses. Emocionado por fin pude hablar
- pero hijo... ésto es lo último que esperaba. ¿Tú en un camión?
- ¡es tu sorpresa!
- ¿queeee?

Final esperanzador
Tras una larga investigación, habían inventado una máquina capaz de condensar el agua del aire. Era tan fácil de montar y tenía tan pocas piezas, que rápidamente llegaría a los sitios más recónditos del mundo, donde se necesitase agua potable.
Desde ese día, no volví a mirar al cielo de la misma manera; ya no necesité que lloviera. Aunque los días de lluvia eran bienvenidos, seguían siendo una fiesta en casa, preparábamos nuestras migas, nos sentábamos y mirábamos como el agua caía, como se empapaba y se embriagaba la tierra con el líquido elemento, como si fuera el mejor de los néctares.

Final apocalíptico
El camión llevaba en sus tripas una máquina que prometía condensar el agua del aire, pero cuando Marcos la puso en funcionamiento el aire estaba tan seco que apenas pudo extraer una gota.
Su decepción se reflejó en su rostro, la última esperanza estaba perdida, el fin se estaba acercando,
una tierra sin agua no tiene futuro.
Ángeles Fernández

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