El cielo fosforecía, las cucarachas fueron las primeras en morir.



—El cielo fosforecía, las cucarachas fueron las primeras en morir; ese es el inicio y eso no lo cambio.

Tomás Guillén, nuevo fichaje de la editorial tras ganar el premio "promesas", con el pavo subido, discutía con el editor, al que el inicio y otras cosas de la novela no le convencía y trataba de negociar los cambios sin éxito.

—A ver Tomás, la idea de la novela me gusta, partamos de ello: es 2025, la onda solar Parker llega al punto más cercano que cualquier objeto humano haya lanzado al sol, ¿correcto?

—Correcto — contestó Tomás afirmando con la cabeza.


—Continuamos, y como su velocidad es de doscientos kilómetros por segundo, se crea un cambio en las moléculas de reactivos en su trayectoria, y eso hace de conector de masa coronal, y en La Tierra todo cambia de pronto debido a una tormenta solar definitiva; hasta ahí perfecto. Es enrevesado pero incorpora realidad científica, enhorabuena Tomás. Pero ahora vamos a tratar los cambios que te propongo, el inicio ha de ser suave, inconexo con el meollo de la novela, para generar empatía con la protagonista y que el lector, cuando llegue la tensión argumental, no dude en ponerse de parte, y así jugar con él, crear sentimientos encontrados, ¿lo entiendes Tomás?

—El cielo fosforecía, las cucarachas fueron las primeras en morir; ese es el inicio y no lo cambio.

—A ver Tomás, te hablo con calma: veo que no has leído el contrato, y en él dice que el escritor novel ha de seguir las orientaciones de la editorial que nunca serán de carácter político, religioso, racial ni de género, así que este cambio que te propongo ha de darse.

—El cielo fosforecía, las cucarachas fueron las primeras en morir; ese es el inicio, y no lo voy a cambiar, y si tengo que renunciar al premio renuncio.

El editor escupió a los pies de Tomás, y ahí quedó, libre de la editorial y con su novela escrita.

Final uno:

El editor escupió a los pies de Tomás, y ahí quedó, libre de la editorial y con su novela escrita, que tras siete años de engorde, la autopublicó, y en unos meses, por el movimiento azaroso de los hilos de la fortuna, se convirtió en la novela más vendida y su figura oscura y hermética hizo de él el escritor estrella de final de siglo. Aunque millonario y respetado, con la novela acabada, su cabeza seguía en ella y traducía todo lo que le rodeaba al argumento, como si llevara unas gafas deformantes. Al rededor de su figura y de la novela creció una masa de seguidores que veía señales y muestras de ese final que deseaban.

Final dos:

El editor escupió a los pies de Tomás, y ahí quedó, libre de la editorial y con su novela escrita. Fuera, editor y escritor despechado salieron juntos del edificio sin hablar, tras firmar la ruptura, y de pronto una luz fosforescente lo bañó todo y de todos los resquicios de todos los suelos, empezaron a brotar cucarachas que tras palpitar violentamente estallaban como abominables palomitas. Los dos se miraron, Tomás se abrazó manuscrito y el editor rompió a llorar.


Toni Díaz

 

 

 

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