El ocelote


Co, co, co, co cacareaban las gallinas, huyendo al paso a toda velocidad de aquel coche color camel.
El coche paró en frente de una impresionante casa colonial, se abrió la puerta, bajó del coche un hombre alto y desgarbado, que miró a su alrededor con curiosidad.
Co, co,co seguían cacareando las gallinas, todavía corriendo despavoridas. El hombre las miró divertido.
En la calle, una chica chillaba:
- ¡Vendo cocos! ¡coman deliciosos y refrescantes cocos!
Se apagaba el sol, se apagaba el día y el atardecer teñía el cielo de tonos anaranjados, pero todo era algarabía y color en aquel pueblito de México. Las calles se habían llenado de velas, Catrinas y Mojigangas, había comenzado el desfile de las Almas en aquel Día de los Muertos
- ¡Cocos, vendo cocos! ¡deliciosos cocos, refrescantes cocos! ¡cómprenme un coco! - decía la chica entre la multitud, una jauría de gente ávida por vivir, vivir la alegría de recordar y honrar a los que ya no estaban.
A lo largo de la calle se veían altares de todos los tamaños y estilos cada uno de ellos decorados con bellas flores de cempasúchil, velas, fotografías de difuntos, sus objetos favoritos y no podían faltar las ofrendas: agua, calaveras de azúcar, pan de muerto, caña, fruta y caballitos de tequila.
La chica recorría las calles con su canasta de cocos, gritando:
- ¡Cocos, vendo cocos! ¡deliciosos cocos!
Entonces se fijó en el recién llegado y se dirigió a él:
-Señor, cómpreme un coco que están deliciosos.
- Hum… no se -respondió él, mirándola de arriba abajo. Llevaba un tatuaje de una luna en un hombro, apenas visible bajo su larga melena. Era guapa, una belleza indígena y misteriosa. Intrigado le pregunto:
- ¿Cómo te llamas?
- Me llamo Ixchel y vendo cocos para poder comer. ¿Y usted?
- Yo me llamo Cosme y no compro cocos.
- ¿y por qué no compra cocos señor?
- porque como poco coco como, poco coco compro.
-pos señor, si poco coco come, quiere decir que alguno come. Así que cómpreme un coco, para poder comer un poco.
Cosme se quedó pensativo, sorprendido por la respuesta de Ixchel. Finalmente, sonrió y dijo
-Vale, te compro los cocos, pero con una condición: que seas mi guía esta noche.
La chica lo miro extrañada y respondió:
-De acuerdo, pero con una condición: tiene que visitar San Gervasio.
- ¿Es una iglesia?
-Algo así.
-Estaré unos días aquí, así que encontraré tiempo para visitarlo
-Entonces, esta noche se lo enseñaré todo. Vivirá el Día de los Muertos más auténtico de su vida
Y así fue. Ese día Cosme anduvo, comió, bailó y disfrutó como jamás lo había hecho. Ixchel la chica del tatuaje de la luna, lo encandiló, lo obnubiló, lo enamoró como ninguna mujer lo había hecho en su vida. Y terminada la noche se esfumó, como el humo.
En los días siguientes la buscó por todo el pueblo, pero no pudo encontrarla. Antes de marcharse, recordó que tenía pendiente su visita a San Gervasio.
Al llegar a San Gervasio, una sensación extraña lo invadió, como un déjà vu.
Era un templo maya majestuoso, detrás tenía un precioso cenote con aguas cristalinas.
Ese día había en las ruinas varios arqueólogos. Uno de ellos era un viejo conocido de Cosme, se acercó a saludarlo y le explicó que el templo estaba dedicado a Ixchel, la diosa maya de la luna. También le contó una leyenda:
¨dicen que, a veces Ixchel aparece en el pueblo vendiendo cocos. Se la puede reconocer por el tatuaje de una luna en su hombro…¨
El arqueólogo sonrió y agregó:
-pero bueno, ya sabes… son sólo leyendas de pueblo.
Cosme sintió un escalofrió.
Miró el cenote pensando en Ixchel, entonces vio un ocelote tumbado en su orilla mirándolo fijamente y por un instante fugaz, creyó ver en sus ojos la sombra de una sonrisa.
Angeles Fernández

Comentarios

  1. Me gusta. Muy bien expresado y con su toque mágico. Tuve que buscar el significado de varias palabras nuevas para mí. Aprender me gusta.

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