Yo


Hace unos meses, en una reunión de amigos, estábamos charlando sobre aquellas locuras que hacíamos cuando éramos jóvenes. Entre risas y buenos recuerdos, el tema fue derivando hacia preguntas un poco más difíciles o quizás más trascendentales. A alguien se le ocurrió preguntar qué pensábamos que sería lo más duro que nos podría pasar en esta vida. Se hizo un silencio que se podía cortar con un cuchillo. Yo me quedé pensativo. Tímidamente, fueron respondiendo: uno dijo que quedarse en la calle sin nada, otro perder la salud, otro perder a la familia… y otras cosas que ahora me parecen ridículas. Estábamos muy equivocados. Hay cosas más duras. O quizás, lo más duro es aquello que ves venir y no puedes detener, que no tiene solución posible. Esa impotencia de querer y no poder… eso es lo peor.

Ahora estoy viviendo uno de esos momentos. Un momento duro, a nivel personal y físico, pues vivo sin vivir, como sin comer, respiro sin respirar... veo sin mirar y escucho sin oír.
Esto que cuento es difícil de entender, pero mi vida ahora es así, y no me resigno…

Aunque por lo menos siento… Siento las caricias de cariño, siento el olor de los que quiero, ese olor inconfundible. Siento su presencia junto a mí, siento el amor con el que me cuidan… siento su dolor por verme así. Y yo no puedo agradecerles ese cariño, esa devoción, ese estar ahí… pues mi cuerpo está sin estar, pero yo, lo percibo todo. Aunque no pueda reír ni llorar con ellos físicamente… lo hago con mi alma. Los abrazo, los beso, los consuelo…

Mi cuerpo ha dicho que ya no puede más, que no puede luchar más, que la batalla está perdida, que me rinda…
Pero me resisto a partir. Me queda tanto por hacer, tanto por sentir, tanto por disfrutar… No quiero rendirme. Quiero luchar por estar con los míos. Pero a veces el desánimo me habla al oído, con dulces palabras de bienestar, y me dice que si me rindo todo será mejor. Que se acabará mi sufrimiento, y el sufrimiento de los que me quieren. Que seré feliz, que será el comienzo de una nueva vida, de un nuevo viaje…

Pero yo me resisto. Lucho por vivir, por no perder la esperanza.
Ayer percibí a los médicos y a mi familia… percibí su desánimo, su desesperanza, su agonía sujeta a la mía. Y creo que ya han sufrido demasiado, y yo también. Quizás ya es hora de rendirse. Dicen que una retirada a tiempo es una victoria, y eso voy a hacer yo: retirarme, dejar paso a otros…

Y me dejé ir.

Y entonces, la esperanza voló en avión hacia Asia.


Angeles Fernández

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