MUERT@

¡MUERT@!


Cuando la vi, no pude más que gritar, era superior a mis fuerzas. Me volví loca: golpeaba, gritaba, y golpeaba otra vez. Así seguí hasta que quedé exhausta.


El día ya había empezado mal, con aquel maldito zumbido que me despertó de madrugada, y eso era un mal presagio. Siempre he tenido un sexto sentido; la vida así me lo ha demostrado. Mi madre decía que era una pequeña brujita…

Ese día amaneció gris, igual que yo: un gris depresivo, anodino, sin alma. Miré por la ventana, sin ganas de comenzar el día. En mi mano, mi taza de café humeante empañaba mis gafas. Y el puñetero mosquito que no me había dejado dormir, se posó en ella. Sin pensarlo, con la otra mano me fui aproximando lentamente hasta que lo tuve a tiro… y ¡muerto! Lo aplasté con un fuerte manotazo, saliendo volando la taza y cayéndome el café encima. ¡Me abrasaba! gritaba y maldecía mi mala suerte, a la vez que me quemaba.
En ese preciso momento sonó mi móvil. ¿Quién puñeta sería? ¡Mi madre!
—Ven a casa, hija, es urgente —dijo con voz apremiante y colgó.

Intenté llamarla, pero el teléfono estaba apagado. Algo malo pasaba, lo presentía.

Me vestí a toda prisa. Al salir, el gato de los vecinos rondaba por mi jardín. De algún modo se metió debajo de la rueda de mi coche…y ¡plaf! ¡Muerto! Maldita sea, ahora van a pensar que lo hice a propósito. Claro la semana pasada se comió a mi periquito y les eche la bronca diciéndole que tenían que llevar más cuidado, bueno, por lo menos no ha sufrido.
Dejé el gato allí y sin mirar atrás salí a toda velocidad hacia casa de mi madre, de camino vi un control policial y por supuesto, me pararon:
—Señora, los papeles del coche… ¿sabe que iba por encima del límite de velocidad?
—Sí, sí, pero mi madre me llamó muy apurada diciendo que fuera a su casa, que era urgente.
—Ya, ya… excusas. Además, la ITV está caducada. Bueno, pues se va a casa de su madre con un par de multitas —dijo el policía con ironía, mientras me miraba de reojo.


¡Vaya día de mierda! resignada, arranqué el coche y seguí camino. Aparqué en la puerta; todo parecía normal. Cogí mi llave y entré:
—¡Mamá, ¡dónde estás! —pregunté a voz en grito.

—En la cocina, ven rápido—contestó con voz acongojada.

Entré a toda prisa y la vi subida a la mesa, temblando de miedo y señalando hacia la encimera allí una cucaracha se regodeaba, disfrutando de la preciosa tarta que mi madre me había preparado para mi cumpleaños.

Cuando la vi, no pude más que gritar; era superior a mis fuerzas. Me volví loca: golpeaba, gritaba, y golpeaba otra vez hasta quedar exhausta, y por fin ¡MUERTA!


En ese momento, la radio cortó su emisión dando paso a un informativo de última hora, diciendo que en Estados Unidos había habido un atentado. Pusimos la tele y no dábamos crédito a lo que aparecia en pantalla: dos aviones estrellándose contra las Torres Gemelas…

Angeles Fernandez
 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Haikus con aguinaldo.

Desayuno buffet

Escribir un relato kafkiano. Reunión del viernes 4 de marzo a las 19:00 horas por ZOOM.