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Mostrando entradas de octubre, 2025

El secreto de la longevidad

Creo que me la he pasado durmiendo demasiado. ¿Cuánto llevo así? Perdí la cuenta. Como tan poco que me estoy quedando en los huesos. El sol es apenas un agujero en el cielo y pasa, como un muro de polvo, a través de la cortina. Todo es gris desde que perdí a mi familia, y el tiempo parece detenido. Afuera oigo pájaros. Niños juegan y dan pelotazos en la pared. Ríen. ¡Cómo ríen! Como si no hubiera mañana. ¿Es que lo hay? Me asomo por la ventana. Hay un niño en la entrada, cerca del porche. Viste de negro. Tiene el pelo lacio, la piel pálida, y manchas púrpuras rodean sus ojos de obsidiana. Sube la escalinata y toca con su diminuto puño. Es un toque peculiar, casi ritual. Lo distingo. Creo que ha estado tocando así por semanas o quizás meses. Me acerco y abro. El niño mapache levanta el rostro, sorprendido. Trae un papel en la mano izquierda, algo arrugado y húmedo.
 —¿Puedo pasar? —me dice con una voz delgada y vibrante, como la de un insecto. Mi casa está hecha un desastre y huele a mu...

Las 4 y media

Hoy me he levantado de la siesta un poco aturdida. No sé qué me pasa, el día está raro o yo estoy rara. Hace tiempo que me siento… bufff, no sé cómo me siento. Quizás… no sé, no me siento yo. Me asomo por la ventana. El día está gris, demasiado gris. Pasa el tiempo y sigue igual. Qué raro. Miro el reloj, son las cuatro. A las cuatro y media he quedado con mi hija, vamos de compras. Al principio le dije que no, pero ahora estoy muy ilusionada. Hace tiempo que no tenemos una tarde para nosotras. Miro otra vez por la ventana. Qué oscuro… ¿será hoy el día que dijeron que habría un eclipse? Ya son las cuatro y media y mi hija no llega. Ella es muy puntual. Quizás me haya llamado para decirme que llegaba tarde y yo, durmiendo la siesta… Miro el teléfono, no hay llamadas. Las cinco. Esto no pinta bien, mi hija jamás llega tarde. Voy a llamarla, me estoy preocupando. —Rin, rinnnn… Qué raro, no lo coge. Vuelvo a llamar. El corazón me va a cien, estoy taquicárdica. ¡Cógelo, cógelo, por ...

Cambio de fecha

Alicia ya empezaba a probarse trajes de novia. Llevaban cinco años juntos. Decidieron unir sus vidas en matrimonio el 24 de abril. Alicia iba probándose un vestido tras otro, cuando notó un bulto en su pecho. Diagnóstico: Un papiloma cancerígeno. Tenía que empezar con la quimioterapia, la dejaría sin pelo y ella no quería ir con peluca. El proceso sería largo y lo más importante era vencer el cáncer. Ella y Andrés pasaron un año duro, pero... Alicia ¡Ganó la batalla! Esta vez se casarían el 19 de junio. Aún faltaban tres meses, luego, había que organizar todo, Iglesia, invitados, restaurante y demás. El 15 de mayo, Anastasia, (la madre de Andrés) notó a su marido demasiado quieto en la cama. Lo tocó, lo zarandeó, le dio pequeñas bofetadas y no respondió. Un infarto fulminante. Una desgracia en la familia. Anastasia era la madrina de ellos y el padrino el padre de Alicia. Cancelaron la boda de nuevo. Cuando se pasara un poco ese dolor de la pérdida ya pensarían en ello. Pasaron los mes...

Ojos de color cereza

—Al cuarentón de boca y nariz hundidas en su cara, sí, al del pelo graso pegado en la frente, al de los ojos de color cereza, sí, a ese. —¿Traigo entonces a ese? —¿Quién es dios, tú o yo?,  joder, tráelo. —Pero no da el perfil, y si no lo hace bien, si se atora y no entiende, volveremos a la casilla de partida, otra vez, llevamos miles de años así. —Joder, tú tráelo, tenemos todo el tiempo del mundo. El ángel de la guarda descolgó el teléfono, marcó el número del seboso elegido por dios y lo llamó. El teléfono móvil de Paco suena con un tono que no es el que él configuró, se extraña, pero sí es su móvil, se cerciora, lo saca del bolsillo y aunque duda, al final coge la llamada y desconfiado dice un contundente ¿¡diga!? —¿Sabe usted qué es lo que quiero?— pregunta con voz folclórica el ángel de la guarda, —  y Paco dudado tres segundos contesta—¿la tarjeta del hormiguero? —y cae fulminado, Paco yace en el suelo del salón de un pequeño piso de Carabanchel sur, en un edificio ma...

VERBA VIRTUTIS

  Contempla el cielo nublado en el horizonte. Nubes blancas deslizándose sobre otra capa de nubes blancas, a bastante velocidad. El aire que las mueve agita también las ramitas de los matorrales y las briznas de hierba de la escasa y seca vegetación del monte. Se cuela por su nuca. Es un aire frío y húmedo que no toca el resto de su piel, cubierta por la ropa, pero la alcanza, como si fuera agua que se escurre desde su nuca hasta sus talones y le hace estremecerse. El cielo adquiere un tono gris, y el único árbol que se divisa, flaco y alto, parece gritar reclamando el agua de lluvia que las nubes no quieren soltar. Él espera. Se sube el cuello de la capa todo lo que puede. Permanece inmóvil, mirando con insistencia la latencia. El rumor de un débil trueno a lo lejos, muy a lo lejos. Parecen palabras de dragón. El paisaje habla, pero no sucede. Se ausenta el momento esperado. Palabras suspendidas en la capa alta de las nubes, la que parece no moverse, desde la que cae la primera...