Llevo toda la tarde llamándola y no me coge el teléfono, he tenido un mal día y necesito hablar con ella, empiezo a preocuparme, regreso a casa, me preparo una copa de vino, cada vez estoy más intranquila necesito una pausa a esta inquietud insoportable que se ha instalado en mi interior, masajeo mi pecho como si con ello pudiera borrar la sensación incapacitante que me embarga, el teléfono sigue mudo, tengo un presentimiento desagradable, la preocupación y la impotencia me atan con cuerdas invisibles que no me dejan pensar, me tumbo en mi cama a esperar, es grande y cómoda, observo mi copa cada vez más vacía, comienzo a relajarme, el tiempo pasa lento e inexorablemente oscurece. De pronto, abro mis ojos, mi corazón galopa a toda velocidad, como si me quisiera alertar de un peligro inminente, estoy tumbada en mi pequeña cama, miro a mi alrededor, y tengo una extraña sensación de irrealidad, lo observo todo con atención, me encuentro rodeada de una neblina diáfana y tengo un terrible y...