El mago
- Parece que por primera vez en mucho tiempo el Mago no ha metido las narices. - ¿Crees que ya no vendrá, Voltios? - Ya estaría aquí, a estas alturas ya estaría aquí. Bueno, ponte a cavar, yo me subo a la viga y vigilo. Antonio el largo, el jefe, de pocas palabras, apoyado en el capot del camión miraba a Titi cavar en medio de la nave abandonada. El sonido de la pala entrando en la tierra seca, simulaba jadeos apagados de sexo por dinero. El lugar estaba iluminado por lanzas de polvo, que caían del techo de uralita agujereado, desde donde el Voltios, subido a una viga, oteaba en tiempos regulares el horizonte y a los de abajo, como una gárgola viva. Olía a óxido y a animales muertos. -¡Deja de mirarnos, Voltios, joder!, ¡dirige tus putos ojos a la entrada!, ¡si viene el Mago lo tenemos que saber! Titi desde abajo veía la sonrisa amarilla del Voltios y se llenaba de rabia. -Antonio, jefe,-dijo Titi susurrando-, escucha, acércate, mira: el Voltios es imbécil, deberíamos ...