En la salud y en la enfermedad
Me gustaría que todos supierais que estoy aquí en contra de la voluntad de Carmen y de Marisa: las hijas de Paco. Que me han estado presionando para que no hable hoy. Pero, aunque les joda, Paco era mi marido y yo, su viuda. Sé que muchos de vosotros pensasteis en su momento que yo estaba con Paco por interés. Que solo buscaba su dinero y vivir bien. Y que, por edad, podría ser mi padre (esto último cierto, ya que soy más joven que sus hijas). Pero lo que realmente me enamoró de él no fueron sus casas ni su yate ni las joyas o viajes que me regalaba; que, aunque es cierto que son cosas que jamás había tenido, nunca me impresionaron tanto como sus silencios, su conocimiento de las cosas, su delicadeza, su necesidad de cariño y esa mirada triste y profunda. Él decía que solo yo era capaz de verlo como realmente era. Que a pesar de tenerlo todo se sentía solo; pobre. Y que yo, una alocada treintañera, había sido capaz de devolverle la ilusión y las ganas de vivir. Pero llegó la enfer...