El telegrafista
Mi abuelo hacía poco que había muerto y para mí sorpresa me había dejado en herencia su casa. Cuando el notario me lo dijo y me tendió la llave no me lo podía creer, pero casi sin pensarlo al salir puse rumbo a ella. Estaba anocheciendo, el cielo estaba encapotado y mi corazón triste, caminaba despacio el viento acariciaba mi cara, recordaba y revivía en cada paso mi niñez, demasiado tiempo sin percibir aquellos aromas que me embriagaban, aquellas sensaciones antaño tan conocidas y agradables, ahora ya casi olvidadas, sin mucho ánimo llegue a la casa, el jardín seguía igual, con aquellos rosales rodeados de piedras que mi abuela cuidaba con tanto cariño, me acerque a ellos y mi pituitaria despertó mis sentidos o quizás mis recuerdos, hacia 20 años que no pisaba ni el pueblo, ni la casa, ni el jardín, aquel maldito jardín…..la mirada que me lanzó aquel día mi abuelo después de aquella discusión hizo que no volviera jamás. Saque la llave, abrí la puerta y entré, eche un vistazo to