El estrangulador de la calle Roble
Un hombre yacía en la acera. Estaba de bruces sobre el concreto cubierto de hojarasca. Una mascada le rodeaba el cuello y cubría parte del rostro cuya mejilla estaba apoyada en el suelo. El agente Fisco se arrodilló para mirar de cerca a la víctima. Con una mano intentó retirar parte de la tela que ocultaba la boca. —¡Eh, detective! —exclamó Lorena, la científica encargada del equipo forense—. No meta mano. Fisco buscó su revólver y lo sacó de su funda. Acercó el cañón y con él levantó una esquina. Lorena hizo una mueca de disgusto. —Vamos, Lore, una pistola no tiene ADN. —¿No? Fisco, debes de seguir las reglas si es que no quieres iniciar una tormenta en tu departamento. El capitán te tiene en la mira. Fisco hizo como que no escuchó. —Este señor debe de ser otra víctima del estrangulador. La mascada es de la misma clase que se ha utilizado con las otras mujeres —dijo muy seguro. —Pero no es una mujer, evidentemente —indicó ella. —Estás en la cumbre de la sabiduría humana, Lore. Tal v...